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Después de esto, le sacaron los ojos, para que no pudiera dirigir ninguna otra obra; le cortaron los brazos, para que no pudiera trazar los planos; y también le cortaron la lengua, para que no pudiera comunicar a nadie sus conocimientos. Pero le dió el rey 25 habitación en el palacio y grandes riquezas. Todos los días estaba sentado el arquitecto a la mesa del rey.

Los delgados hilillos de su fortuna que aún llegaban con intermitencias hasta París se cortaron de pronto: la fuente de su riqueza estaba seca. El desmoronamiento de todo un mundo había cegado su boca, tal vez para siempre. Hay que vender, Alteza decía el administrador ; hay que desprenderse de todo lo superfluo. Liquidemos á tiempo. ¡Quién sabe hasta cuándo durará lo presente!

9 Y la sabrá el pueblo, todo él, Efraín y los moradores de Samaria, que con soberbia y con altivez de corazón dicen: 10 Los ladrillos cayeron, mas edificaremos de cantería; cortaron los higos silvestres, mas en su lugar pondremos cedros. 11 Mas el SE

No podía más: se apagaba su cólera, consumida por su propia vehemencia. Los sollozos cortaron sus palabras. Ya no vería en su marido al mismo hombre de antes: el cadáver del hijo se interponía entre los dos.

Al Capitán D. Diego de la Cerda, estando de guarda en ella, le mataron una yegua en que iba y á él le cortaron una pierna, de que murió. Viendo los turcos que la guardia que metían de noche á las galeras salía el día en tierra, acordaron venir á tomárnoslas con desino de batir dellas el fuerte, porque lo más flaco dél era á la marina.

Entonces fué cuando tres españoles se comieron secretamente un caballo que habian hurtado: y habiéndose sabido, confesaron atormentados el hurto, y fueron ahorcados; y por la noche fueron otros tres españoles, y les cortaron los muslos y otros pedazos de carne, por no morir de hambre. Otro español, habiendo fallecido un hermano suyo, se le comió.

Al leer este aviso, Pedro se echó a reír, se retorció los bigotes, se miró los brazos, con aquellos músculos que parecían cuerdas, le dio al hacha dos vuelos por encima de su cabeza, y de un golpe echó abajo una de las ramas más gruesas del árbol maldito. Pero enseguida salieron dos ramas poderosas en el punto mismo del hachazo, y los soldados del rey le cortaron las orejas sin más ceremonia.

Así que lo cortaron, después de tenerlo algunos días en la vega en pequeñas pirámides que llaman cucas, lo acarrearon á las casas. Reinaba en la aldea gran animación. Chillaban los carros por los caminos; derramábase la gente por las eras; cantaban los mozos en los castañares sacudiendo con sus varas largas el erizado fruto; ahumaban los hogares.

El cura párroco de la villa, el Dr. D. José Dávalos, procuró desde los principios disuadirlos y aquietarlos, empleando las mas humildes súplicas y eficaces oficios; pero no consiguió mas que el permiso para dar sepultura á los cadáveres, cuya diligencia practicada con la mayor piedad, no fué bastante á contener aquellos ánimos, que perdida la obediencia y el respeto á la justicia, no tardaron en perderla tambien á la casa del Señor, pues entrando en ella tumultuariamente una porcion de indios llenos de furor, desenterraron el cadáver de Prado, y le cortaron la cabeza, para llevarla á la Audiencia de la Plata, segun declararon algunos, ó á su Inca, segun depusieron otros.

De Juan Ortiz la gente con pujanza Les prende, y el negocio por escrito Se pone, y á los tres luego cortaron Las cabezas, y en alto las fijaron. Tambien allá en la isla pretendieron Llevar de la Almiranta unos soldados La barca, con la cual ir se quisieron Al puerto San Vicente encaminados.