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Hay algo de fantástico en ese traje, en esa chaquetilla de merino azul con galones de plata, en ese pantalón de cotín blanco, en esas polainas de precio modesto pero de soberbio brillo, que se empeñan en confabularse con el botín chueco de elástico, para fingirse botas granaderas.

Doval, jefe de policía de Barcelona, quien, para sondear a los detenidos en el Manuel Calvo, proponía que se introdujeran entre ellos, fingiéndose rusos, cinco o seis policías españoles. Yo no creo que un policía español pueda fingirse ni siquiera portugués. Decirle que se finja ruso a un policía que gana diez pesetas diarias es algo así como decirle que se finja gran filósofo.

Lo que no podía sufrir con paciencia era que el Conde se complaciese y aun se gloriase de ir subiendo por mayores asperezas, y de estar luchando con dificultades más rudas que las que ella le había excitado en balde a subir y a vencer. A pesar de su empeño en fingirse todo lo contrario, Elisa insistió entonces en formar gran idea del mérito de doña Beatriz.

Al entrar en el Casino se había dicho: «¿Se acercará don Álvaro a saludarme?». Y había sentido miedo y estuvo tentada a fingirse enferma para volver a casa. Pero aquella idea pasó. Álvaro no acababa de parecer por allí. La Marquesa hablaba como una cotorra.

Su salud era mejor que nunca; pero había necesitado fingirse enferma durante un mes, con gran abundancia de melancolías y llantos, y hasta privarse de bailar en tanto tiempo. Esto último era lo que había asustado más á la madre, haciéndola creer en una muerte próxima; y como amaba mucho á su hija, la grave señora había acabado por acceder á su matrimonio con el ingeniero.

No era esto lo peor, sino que la Regenta y don Fermín notaban en Quintanar cierta frialdad cada vez que los veía juntos y el Magistral tuvo que fingirse distraído ante algunos desaires disimulados. Don Álvaro no iba a casa de los Ozores sino muy de tarde en tarde y sólo hacía visitas de cumplido, muy breves. ¿Por qué así? preguntaba don Víctor.

Tenía en las manos el rosario y vagaba aún en sus labios su pura sonrisa de niño; sobre su frente, amarilla como el marfil antiguo, un nimbo de cabellos blancos realzaba el tipo más peregrino de belleza moral que puede fingirse el hombre: la inocencia con la cabeza blanca...

Ya conozco yo alguno.... ¡Jesús... no para qué! Para admirar un pie tan lindo... y para darle el brazo, ¡hombre!, a fin de que el viento no se la llevase. Juzgó la viuda que aquí convenía fingirse distraída, y cogió el estereóscopo, mirando por él la fachada de las Tullerías.

Pero uno de ellos la sacó en cierta ocasión de un mal paso. La hija del guarda, con otras dos amigas, se había ido un domingo á visitar la ermita de una Virgen situada á alguna distancia de la población sobre un cerrillo áspero y solitario. Llevaron merienda, entretuviéronse más de lo que pensaban: al regresar á su casa empezaba á cerrar la noche. Y aquí que, caminando las tres costureras cogidas del brazo, entonando alegres canciones para ahuyentar el miedo, tropiezan con dos mozos labradores que volvían de la ciudad. Las detienen, las requiebran groseramente, se propasan á abrazarlas. Venían un poco ebrios; pero les convino fingirse más de lo que estaban para el caso. Las jóvenes gritan y se defienden valerosamente, pero en vano; el lugar era solitario y sus fuerzas no bastaban á contrarrestar las de los gañanes.

De voluntad fácil para el enamoramiento, Torrebianca andaba siempre en relaciones con una liejesa, y Robledo, por acompañarle, se prestaba á fingirse enamorado de alguna amiga de la muchacha.