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Allí se reúnen para digerir los macarrones de la trattoría esperando que el mundo les haga justicia, sembrando de millones el camino de su vida, todos los reclutas infelices del arte: los que empiezan, y para entrar en la gloria buscan una contrata en cualquier teatrillo municipal del Milanesado y un suelto en el semanario de la localidad, enviándolo a su país para que amigos y parientes crean en sus grandes triunfos.

Con manteca de vaca se hace una salsa con tomate y se pone en una besuguera una capa de salsa, otra de macarrones, otra de queso de bola o Parma rallado, y así sucesivamente, procurando que la última capa sea de tomate; métase al horno, y los macarrones, en cualquier forma que se hagan, deben servirse siempre en la misma fuente o cacerola.

No estaba conforme con la comida que les sirvió Marañón, el dueño del café de Altavilla. Después de haberse hartado como un salvaje, decía que todos aquellos platos eran perfumerías, y que donde estaba una fuente de judías con morcilla, longaniza y huesos de marrano deben callarse los macarrones.

TIMBAL DE ARROZ CON GUISANTES. Se prepara el arroz según la fórmula de arroz con jamón y se rellena con él un molde, dejando un hueco en el centro, donde se introducen los guisantes, que estarán cocidos de antemano; se mete al horno y se saca del molde en una fuente redonda y plana, adornando los bordes. MACARRONES CON TOMATE. Cocidos con agua y sal los macarrones, se ponen a escurrir.

Quiero que, si caigo de nuevo en tentaciones semejantes, me falte un roast-beef, desaparezca del mundo el beef-steak, se anonaden los timbales de macarrones, no haya pavos en Perigueux ni pasteles en Perigord, se sequen los viñedos de Burdeos, y beban en fin todos, menos yo, la deliciosa espuma del Champagne.

Pasaban semanas enteras condenados a los macarrones y el arroz cargado de manteca que repugnaba al buen doctor: muchas veces había de fingirse éste enfermo para evitarse la visita al café; pero estas rachas de estrechez y miseria las aguantaban padre e hija en silencio, sosteniendo ante los amigos su condición de gentes que tenían en su país de qué vivir. Leonora se transformaba rápidamente.

Todo le hablaba de la fuga, de la incógnita y deliciosa ocultación en aquel país tan calurosamente descrito por Leonora, desde los macarrones del almuerzo y el Chianti en empajada y ventruda redoma, hasta el castellano defectuoso y musical de los dueños del hotel, carnosos hombretones con enormes bigotes que recordaban los tradicionales mostachos de la casa de Saboya.

Entremeses, sopa de macarrones con queso, lenguados con almejas, perdices estofadas, alcachofas rellenas, ternera con patata moldeada, mantecado helado, pastel moka, quesos y frutas, vinos, café y licores. Cuarto.

Hay que advertir que para Manín se llamaban macarrones todos los manjares que no conocía, lo cual caía muy en gracia al maestrante. Mientras terminaba tan dignamente aquella comida indecorosa no cesaba de murmurar pestes contra ella, haciendo responsable en parte a D. Cristóbal, a quien dirigía de vez en cuando desde un rincón largas miradas de rencor.

En las casas de los hacendados más ricos, en las sacristías y en las trastiendas de algún comerciante absolutista leíase en secreto el Cuartel Real, diario oficial del Pretendiente, que llegaba de vez en cuando entre las piezas de cretona o los paquetes de macarrones.