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El primer escalón fue mi mérito, el segundo mi resolución, el tercero la lisonja, el cuarto la envidia... ¿Pero qué habla usted de convenios reservados, de pactos deshonrosos? Cállese usted, tenga usted la bondad de callarse; le ruego, le mando a usted que se calle». Y colérico se abalanzaba a la reja, ponía el oído, hacía señales de conformidad o denegación, oprimía los barrotes.

El pueblo de París se ha sublevado hace quince días contra el gobierno, asaltando el Elíseo y asesinando al Presidente. El ejército tuvo que emplear las ametralladoras para imponer el orden... Todo el mundo lo sabe. Pero Desnoyers insistía en no saberlo: nada había visto. Y como sus palabras eran acogidas con un gesto de maliciosa duda, prefirió callarse.

El amolador no se movió, limitándose a decir en voz baja, sin alzar la cabeza: Cállate, tahonero. Pero al demonio del tahonero no le acomodaba el callarse, y prosiguió acentuando la burla: ¡Cáspita! No puede quejarse el camarada de tener una mujer así. No hay medio de aburrirse con ella un instante. ¡Figúrese usted!

De no estar el millonario, hubiera hecho la cuestión personal y en nombre de la inmortalidad del alma y de la moral cristiana, hubiese atizado unos cuantos puñetazos al impío, luciendo ante las señoras sus energías de apóstol. Aresti, arrastrado por el entusiasmo, no podía callarse.

Pues sencillamente; inventa los pasquines, aprovechándose de la cuestion de los estudiantes, y mientras todo el mundo está alborotado, ¡pum! ¡unta á los empleados y pasan las cajas! ¡Justo, justo! exclamó el crédulo pegando un puñetazo sobre la mesa. ¡Justo! Por eso palá el chino Quiroga... ¡por eso! Y tiene que callarse no sabiendo qué decir del chino Quiroga.

Ni por casualidad conduce una vez sola al terreno del honor a nadie que salga ileso... ¡Arre, pajarita! ¡vamos, que conduces a un héroe! ¡Hoy te envidiarían los caballos de los césares de Roma! Estas burlas crueles no lograron desarrugar el entrecejo de los turcos, y el cochero, en vista de que sus palabras no hacían gracia, adoptó el prudente partido de callarse.

Ella era también como aquel cigarro, una cosa que no había servido para uno y que ya no podía servir para otro. Todas estas locuras las pensaba, sin querer, con mucha formalidad. Las campanas comenzaron a sonar con la terrible promesa de no callarse en toda la tarde ni en toda la noche. Ana se estremeció.

El pájaro la saludaba con sonoros castañetazos, dando saltitos y batiendo las alas, que abiertas abarcaban más de dos metros y medio. Era en su especie un individuo de notabilísimo mérito. Parecía meditabundo y pensativo, pero debía callarse muy buenas cosas.

Cuando la reprensión era más dura, se echaba a llorar desconsoladamente, llamándose desgraciado, diciendo que no le quería, que más le hubiera valido morirse cuando su madre, etc., etc. Aurelia, en vista de esto, había determinado callarse, padeciendo en silencio, llena de aprensiones y presentimientos tristes.

Ha sido criada como una salvaje en un país donde no hay civilización... Habla a todo el mundo y hace conocimiento con el primero que se presenta. ¡Cómo! exclamé. Pues parece más bien tímida y más inclinada a callarse que a hablar. , aquí, en la buena sociedad... porque conoce que no está en su centro ni a la altura necesaria.