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Apenas había metido dentro el pie, cuando le salieron al encuentro dos bellísimos jóvenes, trayendo en las manos cruces resplandecientes, los cuales le introdujeron en un ameno jardín, donde por la fragancia de las flores, que no se puede comparar con ninguna de acá, y con la belleza de lo que veía, estaba como en extásis admirado; y siendóle presentada una fruta semejante á la granada, con sólo llegarla á sus labios, se le inundó el corazón de tanto gozo y consuelo, que creía que en él estaba lo mejor y aun el todo del don de los ciudadanos del cielo; pero le fué dicho al oído, que estaba muy lejos el piélago de la bienaventuranza, en que engolfándose los Bienaventurados, se hallan plenamente hartos, satisfechos y contentos; y que lo que tenía delante, no era otra cosa más que un asomo, una muestra de lo que quedaba que gozar, bueno y sólo para hacer bienaventurados los sentidos, y la inferior porción del hombre, incapaz de los deleites que trae consigo al entendimiento el conocimiento y la vista clara de la divina esencia.

Carmen, engolfándose allí en la exaltación de los más altos pensamientos, no desdeñaba la amistad de un ser miserable, que solía esperarla en el solitario lugar y acariciarla humildemente. Era un gato, que habitaba casi siempre por aquellos andurriales huyendo de la escoba de doña Rebeca. Tan ruin era y tan feo, que le llamaban Desdicha.

Vae cair doente... menos vigilias, menos fatigas, un somno regularizado.... Esta asistencia altera-lhe a sande. ¿Cree usted que se me pegará el mal de Pilar? preguntó Lucía con tan sereno acento, que Duhamel se la quedó mirando. No, no es eso.... El médico bajó la voz más aun, engolfándose con ella en larga y misteriosa plática.

Avanzó la tarde sin que Paz se tranquilizara, engolfándose tanto, por el contrario, en sus amargos pensamientos que, sólo al sorprenderla la tarde hundida en la butaca, como viese que iba oscureciendo y faltaba en los balcones el resplandor del día, empezó a vestirse, temiendo que la llamaran a comer.

Es verdad dijo, después de un momento de reflexión, es realmente una especie de cuadrúpedo, algo tiene de animal, no puede negarse. Y frunció el ceño, como en dolorosa meditación de la ignorancia e imbecilidad del impopular Melín. Hace un tiempo bien triste, ¿verdad? añadió, engolfándose en la corriente del general sentimiento.

Las noticias del sabio Mentor hiciéronle apresurar su vuelta a España, y engolfándose de nuevo a su regreso en su antigua vida ordinaria de crápula elegante y vagancia aristocrática, interrumpida a veces por solemnes intervalos políticos, quedáronsele en la gaveta las cartas de Garibaldi, pasósele el susto que le había llevado a Italia, y en su impresión natural de niño revoltoso, no volvió a acordarse de los masones, juzgando que también ellos le tendrían olvidado.