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Aplicó el oído á los ruidos de la tienda, y no percibiendo la voz de sus amigos se dijo: «Esos ya no vienen: se habrán ido al baile ó quedarían por ahí de juerga en cualquier montañés». Y rápidamente se echó sobre los hombros su capa torera, bajó al establecimiento, dió á toda prisa las órdenes necesarias y salió á la calle.

No me puedo persuadir que haya hoy en la tierra quien favorezca viudas, ampare doncellas, ni honre casadas, ni socorra huérfanos, y no lo creyera si en vuesa merced no lo hubiera visto con mis ojos. ¡Bendito sea el cielo!, que con esa historia, que vuesa merced dice que está impresa, de sus altas y verdaderas caballerías, se habrán puesto en olvido las innumerables de los fingidos caballeros andantes, de que estaba lleno el mundo, tan en daño de las buenas costumbres y tan en perjuicio y descrédito de las buenas historias.

¡Dios mío! ¡qué es esto! gritó en prosa culta ¿quién ha causado esta devastación...? ¡Petra! ¡Anselmo! y se colgó del cordón de la campanilla. Entró Petra sonriente. ¿Qué ha sido esto? Señor, yo no he sido.... Habrán entrado los gatos. ¡Cómo los gatos! ¿Por quién se me toma a ?

En efecto, la costumbre en cuestion no es ni puede ser otra cosa que una añagaza, inventada por el cálculo nacional para alucinar al hombre no conocedor del país. Yo no puedo suponerme tan inexperto, que vaya á presumir que sólo yo he sido víctima de aquella argucia. ¡Cuántas aves de paso habrán caido en las mismas redes!

Desde que los conquistadores pisaron la sabana de Bogotá hasta la fecha, decía Roberto Suárez con voz grave, se habrán suicidado en estas inmediaciones no menos de diez mil personas. Entre ese número infinito de causas que hacen la vida imposible, ¡cuántas, radicando en la imaginación, la exaltan, la enloquecen!

JULIA. Porque sus amigas tendrán unos esposos imbéciles o torpes; lo cual viene a ser lo mismo. O bien porque ellas serán bastante tontas y se habrán asqueado de un juego en el que no ganaban desde el primer instante. «No hay atajo sin trabajo», ha dicho un fabulista. DORA. ¡Confiese usted que todo esto resulta muy complicado!

No; se los habrán comido los cangrejos ladrones. Aquí estoy viendo uno de esos cocos, que, por la manera de estar horadado, se comprende que lo ha sido por uno de esos crustáceos, que hacen sus madrigueras en la arena. ¿Es que hay cangrejos que comen cocos? preguntó Hans. , hijo mío, y que se los comen con mucho gusto, porque son muy glotones. Son cangrejos enormes, armados de fortísimas presas.

Los historiadores romanos, de quienes hemos recibido la mayor parte de las noticias, ¿no habrán mezclado mucho de favorable á su nacion, y de contrario á la rival? Aquí entra la duda, aquí el discernimiento; aquí entra ora el admitir con recelo y desconfianza, ora el desechar sin reparo, ora el suspender con mucha frecuencia el juicio.

La mañana, la niebla, el miedo, el misterio, ¡hasta el sitio...! Aquí venían con sus amantes las damas de tiempo de Carlos IV; en este palacio de la Moncloa debían de tener sus citas Godoy y María Luisa. ¡Cuántas picardías habrán visto esos merenderos! ¡Si pudiese hablar esa ropa que hay tendida! ¡Pobre Manzanares, cuánta burla le han hecho!; arroyo aprendiz de río, dijo Quevedo; río con mal de piedra, le llamó Lope... ¡Si hubiese por aquí una casita decente!

Además, vaya usted á saber los vizcaínos que se habrán ahogado después de implorar á la Virgen. Esos no han podido venir aquí á contarlo. El secretario hizo un movimiento de extrañeza, mirando escandalizado al médico. Don Luis dijo con acento dulzón. No empiece usted á soltar de las suyas. Mire que no estamos en las minas, sino en la puerta de la casa de la Virgen, y que ésta le castigará.