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Se pasan apuros; pero vamos viviendo. Un día andamos mal y al otro llueven provisiones. Cuando veo la despensa vacía, me echo a la calle, como dicen los revolucionarios, y por la noche ya llevo a casa la libreta para tantas bocas. Y hay días en que no les falta su extraordinario, ¿qué creían ustedes? Hoy les he dado un arroz con leche, que no lo comen mejor los que me oyen.

24 Y él respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la Casa de Israel. 25 Entonces ella vino, y le adoró, diciendo: Señor socórreme. 26 Y respondiendo él, dijo: No es bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos. 27 Y ella dijo: , Señor; mas los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus señores. Y fue sana su hija desde aquella hora.

¡Si los cisnes no se comen, don Juan, no se comen agregó el mayordomo. En el campo hubiera encontrado usted caza cuanta quisiera: patos, martinetas, perdices... Para Juanillo, que estaba como anonadado por su obra, esta última observación fue un rayo de luz...

Luego yo bajaré á disponer los manjares y á sacar las botellas de la bodega. Eh, ya estamos en la sala azul. Es muy buena, en ella sólo comen personas principales; he comprado esta docena de sillones y estos espejos á un indiano que se volvía á las Indias.

Llevaron los holandeses á su bordo un muchacho y dos niñas, y habiendo aprendido el primero la lengua, se supo que esta nacion se llama Enoo: que dicha pequeña isla se nombra Talcke, y la mayor Castenme; que abunda de pájaros niños, que los indios comen y visten de sus pieles.

Son tan altos, y las indias, que no los semejantes en todas aquellas provincias, y no comen mas que caza y pesca. Las indias andan cubiertas de la cintura abajo: estan treinta leguas de los Sococies: estuvimos un dia con ellos, y desde aquí se volvieron los Sococies en sus canoas á sus pueblos.

Si nos come delante de algunas damas, tenemos traza para rascarnos en público sin que se vea; si es en el muslo, contamos que vimos un soldado atravesado desde tal parte a tal parte, y señalamos con las manos aquellas que nos comen, rascándonos en vez de enseñarlas. Si es en la iglesia, y come en el pecho, nos damos sanctus aunque sea al introibo.

Esto, amén de que buena respuesta tenía en el capítulo XI del mismo libro I de El Buscón, donde un verdugo, un animero, un mulato y otros sujetos de esta laya comen, entre todos, después de algunas cosas de bodegón, «cinco pasteles de a cuatro. ¿Habían de gastar veinte reales en el postrecillo...?»

Creo que la costumbre de tirar diariamente á la calle media talega, es una diversion no vista, un entretenimiento díscolo, una limosna bárbara, rusa, vecina del Cáucaso; pero al fin y al cabo es una limosna, y muchos infelices comen con aquella manía.

Ved esos que andan por ahí, toda esa chuma de esos señores y holgazanes. ¿De qué viven? De nuestro trabajo. Ellos no labran la tierra, ellos no cogen una herramienta, ellos no hacen más que pasear, comer bien, ir al teatro y leer libros llenos de bobadas... Comparémonos ahora. Nosotros somos las abejas, ellos los zánganos; nosotros hacemos la miel, vienen ellos y se la comen.