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Dejadme buscar en mi zurrón un ungüento que llevo y que os será de mucho alivio. No, una sola cosa puede calmar el dolor y lavar la afrenta, y esa el tiempo quizás me la depare. Ahí tenéis vuestro camino, el atajo que pasa entre aquel matorral y el árbol con la rama tronchada.

Cuando más embebido estaba, dando cuenta de la habilísima intriga que habían urdido para dar un voto de censura al alcalde, Cobo ¡su eterno estripacuentos! acercóse al grupo, y después de escuchar un momento, le atajó diciendo: Vaya, Ramón, no te des tono. Ya sabemos que en el Ayuntamiento no representas nada. González te lleva por las narices adonde le da la gana.

Salieron todos del pórtico, y cuando hubieron andado un corto trecho, Moreno preguntó a Llot si sabía de algún sitio donde se pudiera almorzar medianamente. Oyó la pregunta el párroco del pueblo, que venía entre ellos, y atajó la respuesta diciendo en voz alta, imperativa: Ustedes, señores míos, no van a almorzar a ningún lado, sino a mi casa. Los amigos de nuestros amigos son nuestros amigos.

Una vez desarmado el aparato, Carlos principió a encajar de nuevo unas piezas con otras, con seguridad y desembarazo, como el que conoce bien el terreno que pisa. Su padre, no obstante, a quien disgustaba siempre la prisa, le atajó en seguida. Alto ahí, Carlos; eso no es resolver la dificultad... Hay que tomar las cosas con más calma; si no, obtendremos el mismo resultado.

Mira; Tristán y yo vamos á seguir ese camino de la izquierda, dejando á la derecha el bosque y el atajo que vas á tomar. Al caer la noche llegaremos al castillo de Monteagudo, residencia antes del conde Guillermo de Salisbury, de quien es condestable el barón de Morel que ahora habita aquel castillo. ¿Te acordarás?

Pero todas estas trazas atajó Dios en sus principios, porque la sobrada confianza de mismo nunca se logra. Victoria de los catalanes contra del Duque de Athenas, y su muerte, con que los catalanes se apoderaron de aquellos Estados, y dieron fin á su peregrinacion.

»Aquí comencé yo a tomar la cosa por lo serio, y se entabló una porfía, muy tenaz por mi parte; la cual atajó mi madre diciéndome con desusada dulzura: » Todo eso será verdad, y más que me cuentes; pero ¿y qué? ¿Serías la primera mujer joven y hermosa, y aun noble y rica, casada con un Creso feo... y hasta vicioso... y hasta ridículo, si quieres?

Rafael quiso hablar otra vez de su arrepentimiento, de aquel deseo de arrodillarse ante la casa para pedir mudamente perdón a la que dormía arriba, pero Leonora le atajó de nuevo. Cállese usted; habla muy fuerte y podrían oírle. Mi tía duerme al otro lado de la casa, tiene el sueño ligero... Además, no quiero oír nada de remordimiento y perdón.

Se retiraba a su camarote: gustaba de acostarse temprano; esta noche había sido extraordinaria. Ojeda se ladeó como si intentase cortarla el paso, al mismo tiempo que su voz se hacía más suplicante. ¿Irse? ¿Dejarlo en la soledad de aquella fiesta, donde todo le era extraño y antipático?... Se sentía enfermo. Pero ella le atajó con su ironía helada. Debe ser el estómago.

Al enterarse de tales cosas, el arcipreste se amorataba de furor. ¡Fariseos, escribas! rebufaba . ¡Y luego nos llamarán a nosotros hipócritas! ¡Miren ustedes qué recato, qué decoro y qué vergüenza les ha entrado a los incircuncisos de Cebre! Como si el que más y el que menos de ese atajo de tunantes no tuviese hechos méritos para ir a presidio... y al palo, señor, ¡al palo!