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Al fin la palabra salía bien o mal construida y Barragán podía adivinar que los negocios no marchaban bien, que su esposa estaba muy triste pero que no le guardaba rencor. Era de ver al paisano en aquel momento agitado, convulso, hablando muy quedo pero con singular vehemencia en la expresión, unas veces imperativa, otras suave, acariciadora, otras terrible y amenazante.

Sus ojos grises, de mirada fija e imperativa, ojos de hombre habituado al mando, eran lo único que justificaba la fama del capitán Llovet, la leyenda sombría que flotaba en torno de su nombre.

Luego la alzó y continuó: A poco de haber nacido esa infeliz, dos voces: una débil dolorida, llorosa; otra, áspera, imperativa, brutal. Es una niña dijo el hombre. ¡Oh! exclamó la mujer llorando , ¿y no tener quien me ayude? ¡no tener un mal trapo en que envolver á este ángel! ¿Y para qué? dijo el hombre ; voy á envolverla en mi capa y á llevarla á la puerta de un convento.

El señor juez de primera instancia estaba lejos de sospechar que, al ingresar en la cárcel, el excusador de Peñascosa acababa de salir de los calabozos del escepticismo. ¡Guarden ceremonia, señores! La voz del hujier, imperativa, estridente, no lograba calmar la risa y los murmullos de los concurrentes.

De pronto, don Quijote hizo un molinete con la lanza obligando a que todos se alejaran del lecho, y clamó con voz colérica e imperativa: ¡Basta ya, chusma cobarde y desenfrenada! ¡Apartaos! ¿No veis que es un solo hombre al que todos acosáis? ¡Dejadlo que combata conmigo solo en singular batalla, y Dios dirá de qué parte están la razón y la justicia!... He ahí mi guante, Cide Hamete Benengeli, y salgamos a luchar en campo abierto, si no miente vuestro nombre y corre aún sangre en vuestras venas.

Habiamos dado demasiado pasto á la inteligencia, á la imaginacion y al sentimiento; experimentaba irresistiblemente la necesidad de respirar al aire libre, de espaciar la vista por el horizonte, é hice una señal imperativa á mi mujer. Salimos y subimos al coche. A l'hôtel Saint-Antoine, rue Beauregard; al hotel de San Antonio, calle de Buenavista, dije al cochero.

La gloriosa servidumbre en que Juanita había llegado a ponerse, si no era útil, era molesta en extremo, porque la amistad de doña Inés no podía ser más exigente ni más imperativa. Y mientras más rebosaba entusiasmo y ternura, más se recrudecía también en exigencia y en imperio. Había días en que no le quedaba a Juanita ni hora libre ni momento de sosiego.

Temió una traición de aquella gata; temió, así Dios le salvase, un tremendo mordisco sobre la yugular, una sangría suelta... pero al retroceder con un ligero esfuerzo, sintió sobre la nuca el peso de dos brazos que le apretaban con tal especie de ahínco, que no podía confundirse con la violencia ni el dolo malo; y acabó de entender, con gran sorpresa, de qué se trataba, cuando oyó un gemido ronco y mimoso, de voluptuosidad soñolienta, imperativa en medio del abandono, gemido que él conocía perfectamente y cuyo significado no podía confundirse con nada.

Salieron todos del pórtico, y cuando hubieron andado un corto trecho, Moreno preguntó a Llot si sabía de algún sitio donde se pudiera almorzar medianamente. Oyó la pregunta el párroco del pueblo, que venía entre ellos, y atajó la respuesta diciendo en voz alta, imperativa: Ustedes, señores míos, no van a almorzar a ningún lado, sino a mi casa. Los amigos de nuestros amigos son nuestros amigos.

Pero el más sorprendido fué Regalado. Ningún paisano podía llamar en aquella hora en tal forma imperativa. Alzóse de la silla y se dirigió al balcón en medio de la curiosidad y expectación del concurso. Salió al corredor de la parra y esforzándose en penetrar las tinieblas de la calle preguntó: ¿Quién llama?