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Así se , que por lo que respecta al hombre íntimo, la poesía inicia, la filosofía esplica y la prosa vulgariza, y que por esta triple operacion llega á formar parte del fondo del gran tesoro del sentido comun, lo que al principio se presentó como una brillante paradoja.

Al leer esa prosa vulgar e hipócrita, me acometió un furor tal, que solté una violenta carcajada, y tirando la carta al suelo me puse a pisotearla. Un ligero suspiro de Marta, a quien, sin duda, mi risa había hecho mal, me volvió a la razón.

Después de recitados los versos, D. Carlos, menos atrevido en prosa, apenas se acercó á Clara, y no le dijo palabra que todos no oyesen. Sólo con Lucía habló en voz baja y como en secreto. Los cuatro se internaron, prosiguiendo el paseo y volviendo á la ciudad por otro camino, en medio de una frondosísima alameda.

Sentía arrebatos heroicos en mi corazón, impulsos sublimes... Todo murió al subir al altar con un hombre que me era repulsivo... Los demás hombres no hicieron nada por redimirme... al contrario; contribuyeron a encenagarme más y más en la prosa de la vida.

Para sacar de ellas algún producto, propuso al librero Villarroel que se las comprara; pero esté le replicó desde el principio, que de su prosa se podía esperar mucho y de sus versos nada; cedió al fin, é imprimió en el año de 1615 el tomo de sus comedias y entremeses, origen de tan extrañas hipótesis.

Volvió la hoja don Quijote y dijo: -Esto es prosa, y parece carta. ¿Carta misiva, señor? -preguntó Sancho. -En el principio no parece sino de amores -respondió don Quijote. -Pues lea vuestra merced alto -dijo Sancho-, que gusto mucho destas cosas de amores. -Que me place -dijo don Quijote.

A punto he estado de mezclar la inevitable prosa de todas las naturalezas inferiores con producciones que no admitían ningún elemento vulgar. Hoy, muy felizmente para los placeres de mi espíritu, que no está gastado, me será permitido introducir alguna semilla de imaginación en esta buena prosa de la agricultura y... Buscaba una palabra que expresara modestamente el espíritu de su nueva misión.

La afición a la novela y al cuento en prosa cunde y se aviva cada vez más, prestando incentivo a multitud de autores para que cultiven el género.

Salía poco, raras veces abandonaba su habitación en la cual trabajaba desde la mañana a la noche y sólo se permitía reposo en las noches de estío que no se velaba y porque le faltaba la luz del día. Leía, tomaba notas; por espacio de meses y meses le veía yo escribir en prosa y las más veces muchas cosillas en diálogo. Un calendario le servía para elegir series de nombres propios.

Los demás, como El rufián viudo, El viejo celoso, etc., no desmerecen tampoco de los anteriores. La dicción de estos entremeses, ya en los versos de dos de ellos, ya en la prosa de los restantes, ofrece maravillosos ejemplos de la fusión del lenguaje de la vida ordinaria con la cultura literaria más refinada . Lupercio Leonardo de Argensola.