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A me parece que es la misma de hace siete años, con los mismos cangrejos y todo. Y ¿qué? les digo a mis amigos . Habladme. Dadme noticias. Los académicos, ¿son inmortales todavía? Pío Baroja, ¿sigue siendo un joven escritor? Fulanito, ¿continúa con aquel hermoso porvenir ante él? Y la Fulana y la Zutana y la Mengana, ¿es que son todavía unas jóvenes y hermosas actrices? Habladme de política.

Los estrépitos atmosféricos, truenos y huracanes, no penetraban en el agua. Sólo el crujido de la coraza de ciertos cangrejos y el mugir doloroso, cerca de la superficie, de algunos peces llamados «roncadores» alteraban este silencio. Como el Océano carece de ondas acústicas, sus habitantes no habían necesitado formar los órganos que las transforman en sonidos.

Si aquel se recorre de noche, hay que ir despacio y con algunas precauciones, so pena de exponerse á que se rompa el caballo una pata en alguno de los agujeros que hacen los cangrejos, y de que está salpicado todo el terreno. En la línea que empieza la jurisdicción de Atimonan, nos encontramos la comitiva que salía á esperar al Alcalde.

¡Otra bandada de cangrejos! exclamó ; está de Dios que nunca hayan de dejarme los tales. Y es el bueno Ruy Pérez Sarmiento, asno injerto en lobo, y alcalde de casa y corte por la gracia de Lerma; ¿y qué me querrá éste? paréceme que se arroja á hablarme. En efecto, un alcalde de casa y corte avanzaba, vara enhiesta, hacia Quevedo.

Son exquisitos, y sentiría no encontrar uno para que nos diéramos el gran festín. Mira bien por las ramas de los árboles, porque esos cangrejos tienen la costumbre, durante el día, de dormir entre las hojas suspendidos de sus bocas o tenazas. Abriré bien los ojos, tío. Sus pesquisas no dieron resultado favorable, porque ningún cangrejo ladrón había en la isla.

Se colocan alrededor, para adornar la fuente, albóndigas de pechuga de ave y cangrejos, se mete la fuente en el horno durante cinco minutos, y luego se aparta hasta el momento de servir.

Los únicos que iban á conocer su muerte eran los cangrejos enormes que remontaban los peñascos buscando su alimento en la resaca; las gaviotas que se dejaban caer verticalmente, con las alas tendidas, desde lo alto del acantilado. Hasta los más pequeños crustáceos eran superiores á él.

Que se dedica á los frailes, añadió el de Visayas. Por lo cangrejos, terminó Sandoval. ¡Justo, y se llamará torta de frailes! Todos repitieron en coro: ¡torta de frailes! ¡Protesto en nombre de uno! dijo Isagani. ¡Y yo, en nombre de los cangrejos! añadió Tadeo. ¡Respeto, señores, más respeto! volvió á gritar Pecson con la boca llena.

Lumpiâ de chino hecho de carne de cerdo... ¡Que se ofrece al P. Irene! ¡Sopla! El P. Irene no come cerdo si no se quita la nariz, observó en voz baja un joven de Iloilo á su vecino. ¡Se quitará la nariz! ¡Abajo la nariz del P. Irene! gritaron todos en coro. ¡Respeto, señores, más respeto! reclamó Pecson con cómica gravedad. El tercer plato es una torta de cangrejos...

No; se los habrán comido los cangrejos ladrones. Aquí estoy viendo uno de esos cocos, que, por la manera de estar horadado, se comprende que lo ha sido por uno de esos crustáceos, que hacen sus madrigueras en la arena. ¿Es que hay cangrejos que comen cocos? preguntó Hans. , hijo mío, y que se los comen con mucho gusto, porque son muy glotones. Son cangrejos enormes, armados de fortísimas presas.