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A me parece que es la misma de hace siete años, con los mismos cangrejos y todo. Y ¿qué? les digo a mis amigos . Habladme. Dadme noticias. Los académicos, ¿son inmortales todavía? Pío Baroja, ¿sigue siendo un joven escritor? Fulanito, ¿continúa con aquel hermoso porvenir ante él? Y la Fulana y la Zutana y la Mengana, ¿es que son todavía unas jóvenes y hermosas actrices? Habladme de política.

Entonces, sólo entonces se descomponía un poco; dejaba los ademanes acompasados, suaves, académicos, y encogía las piernas, se bajaba como un cazador en acecho, para disparar sobre el argumento contrario, daba palmadas rápidas, sin medida sobre el púlpito, se arrugaba su frente, se erizaban las puntas de acero que tenía en los ojos, y la voz se transformaba en trompeta desapacible y algo ronca.... Pero ¡ay! esto era perderse.

El amaba la ciencia por ella misma, por sus goces, por la voluptuosidad egoísta de saber. ¡Viva la ciencia libre! ¿Qué le importaba aquel papelote, certificado de sabiduría, cuya conquista había de costarle dos años de miseria? Para ser filósofo no era necesaria la Universidad. Los grandes hombres admirados por él no habían sido profesores, no poseían títulos académicos.

Eran, entre los demás académicos, conocidos don Cristóbal de Rozas y don Diego de Rosas, ingenios peregrinos que han honrado el poema dramático , y don García de Coronel y Salcedo , fénix de las letras humanas y primer Píndaro andaluz.

La opinión es la conciencia de los hombres políticos. Acaso esta conducta le sea favorable para el porvenir, porque las circunstancias han de cambiar necesariamente. Hay en este momento una plaza vacante en la Academia Francesa: muchos académicos, entre otros M. de Lainé y M. Royer Collard, han escrito a mi hijo para que se presente candidato, en la seguridad, dicen, de ser esta vez admitido.

Por eso el baile es su mejor auxiliar, pues el abrazo el abrazo danzando, perfectamente admitido nos ahorra el estudio del diccionario para dar con los términos académicos apropiados al caso.

La compondrán dos académicos de la Real Academia Española, elegidos por sus compañeros; uno de la sección de música de la Academia de Bellas Artes; otro elegido por las secciones de artes del dibujo que hay en la misma Academia; otro elegido por la Academia de la Historia entre sus individuos de número; y, por último, el primer actor del teatro que ya hemos creado.

Llega la noche señalada, empujo la mampara de la Academia y penetro en el salón de sesiones. Una muchedumbre de trece a quince personas invade el local destinado al público. Los académicos suelen estar aún en mayor número, llegando algunas veces a ocupar casi todos los bancos delanteros. Pérez ha comenzado ya su discurso.

El pequeño semicírculo está rebosando de gente; pero la concurrencia no es selecta. Falta el atractivo picante de una recepción; sólo se ven las familias de aquellos que la Academia ha sido bastante indiscreta para designar a la opinión como los futuros laureados. Pero reina en aquel recinto un aire tal de serenidad, se respira una atmósfera intelectual tan suave y tranquila, que es necesario hacer un esfuerzo para persuadirse de que se está en pleno París y en la sala de sesiones del cuerpo que agita al mundo con sus ideas y progresos. Los ujieres son políticos, afables, hablan gramaticalmente, como corresponde a cerebros académicos, y cuando el extranjero les pregunta el nombre de alguno de los inmortales cuya fisonomía le ha llamado la atención, responden con suma familiaridad, como si se tratara de un amigo íntimo; Mais c'est Simon, Monsieur! Pardon; et celui-l

Academia, es un término comun colectivo, porque expresa la coleccion de los académicos; pero no de tal suerte que cada uno de estos pueda llamarse academia. Sabio es término comun distributivo, porque se aplica á muchos, de manera que cualquiera individuo que posea la sabiduría, puede llamarse sabio. Término singular es el que expresa un solo individuo: como Pirineos, mar Negro, Madrid, etc.