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¡Su amistad! ¿Hasta qué punto me bastará tal sentimiento? ésta es la cuestión. ¿Qué puede haber de común entre una sociedad fría y austera, que no goza más que de alegrías serias y placeres acompasados, y esta unión, llena de embriaguez y de voluptuosidades, en la que dos seres predestinados vienen a confundir toda su existencia? ¿entre ese alimento de algunas almas miserables y el fuego puro y regenerador que devora la vida y la reproduce? ¡La amistad! ¡y qué! al niño testarudo que pide el objeto que se le ha sustraído, se le arroja cualquier chuchería para distraerlo.

El padre Aliaga calló y siguió paseándose lento y solemne por la celda con la carta de doña Clara arrugada entre las manos... Pasó algún tiempo. Oyéronse al fin pasos en el corredor. Pasos tardos y acompasados. Se abrió la puerta de la celda y apareció el hermano Pedro. Aquel lego en quien el padre Aliaga tenía tanta confianza.

El viento aleteando con violencia sobre los cristales. Y la casa silenciosa, lóbrega, sucia, resonando de vez en cuando con los paseos lentos, acompasados, de su padre. Veíase más tarde en Lancia estudiando la segunda enseñanza, hospedándose en casa de un clérigo del mismo temperamento y costumbres que su padre.

Primero las mujeres entonaban un par de versos. Los hombres respondían con otros dos; y así se iba desenvolviendo la historia. ¡Bien presente está en mi memoria! Para que pudiese penetrar en el corro alzabais amablemente vuestros brazos. En medio del círculo seguía con los ojos extáticos vuestros acompasados movimientos.

El baile de las seguidillas es como sigue: mientras preludia una guitarra, se separan las parejas, vestidas con graciosos trajes de majos, y se coloca cada uno á tres ó cuatro pasos de distancia; cantan el primer verso de la copla mientras los bailarines permanecen inmóviles; calla otra vez la voz; la guitarra comienza entonces la melodía, y al cuarto compás prosigue la voz de nuevo, se oyen las castañuelas, y el baile comienza con sus acompasados giros, sus graciosas idas y venidas y su encantadora expresión de amorosa alegría.

Cuando quería imitar, bajo la sotana manchada de cera, los acompasados y ondulantes movimientos de don Anacleto, familiar del Obispo creyendo manifestar así su vocación , Celedonio se movía y gesticulaba como hembra desfachatada, sirena de cuartel. Esto ya lo había notado el Palomo, empleado laico de la Catedral, perrero, según mal nombre de su oficio.

Al cabo éste, pensando en la tribulación de su suegro, le buscó por toda la casa sin hallarlo. Subió a la buhardilla, que le servía de laboratorio, y antes de llegar escuchó sus pasos, firmes, acompasados, por la habitación. Miró por el agujero de la cerradura. En efecto, el célebre fisiólogo se paseaba lentamente, con las manos en los bolsillos, de un rincón a otro de la estancia, atestada de frascos y retortas, estampas de anatomía e instrumentos de física. Tenía los bigotes aún más caídos que de ordinario; los ojos aún más opacos.

La vista no se separaba de la columna barométrica cayendo fatídicamente en el alma, cada uno de los acompasados golpes del péndulo. ¡Cuántos pensamientos en aquellos supremos instantes! ¡Qué de recuerdos! ¡Qué de zozobras! ¡Qué de esperanzas! ¡Debe ser tan terrible morir ahogado dentro de las cuatro tablas del camarote!

Y luego rompió a cantar en lengua arábiga una extraña melopea, acompañándose con sonidos secos y acompasados que de las dos cuerdas sacaba. Oyó Benina este canticio con cierto recogimiento, pues aunque nada sacó en limpio de la letra gutural y por extremo áspera, ni en la cadencia del son encontró semejanza con los estilos de acá, ello es que la tal música resultaba de una melancolía intensa.

De elevada estatura y bien desarrollada, hubiera representado más de diez y ocho años, si su boca, a pesar de un arco algo desdeñoso que amenazaba acentuarse con el correr del tiempo, no hubiese tenido movimientos infantiles. Su porte y su gesto eran acompasados y algo al descuido, aunque armoniosos sin rebuscamiento.