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Simón tomará su parte en dinero, para invertirlo en lo que mejor le parezca... Por eso es hoy más rico que . Pero un ladrón, si eso fuera cierto. ¡Psch!; no yo hasta qué punto obliga a serlo la ocasión en que se le está poniendo en esta casa tantos Años hace.

Versará el discurso sobre algún asunto importante para la provincia que usted representa. Cabalmente exclamó don Simón, mientras el otro escribía con el lápiz en una cuartilla, sobre el mármol de la contigua chimenea. A ver si es esto dijo a poco rato el periodista, leyendo al diputado lo que había escrito.

Se agita como sobre un trípode y sus palabras se arrastran o retumban con acentos proféticos. Destruye, no obstante, la sofística de Simon, y sin injuriarlo por su intención, hace ver el caos que sobrevendría a la prensa sin ningún género de moderador. El voto le da el triunfo. Luego, la sesión se arrastra, levántome y tomo mi sombrero para trasladarme al Palacio Borbón.

Y a pesar de estas y otras deferencias que, dicho sea de paso, él creía merecer, don Simón se echaba a la calle, de intento a pie, y nadie le saludaba ni le miraba con curiosidad.

Por esta razón, la casa de Simón Cerojo era la única que en el pueblo de que se trata ofrecía un aspecto bastante risueño..., si bien se nublaba un tantico los días festivos, por reunirse en ella más gente de la que dentro cabía, a jugar a las cartas y a beber algo que no se parecía al agua sino en el color.

Distribuyóse todo convenientemente entre el mostrador y la anaquelería; sentóse Juana detrás del primero, muy grave y emperejilada; colocó Simón sobre la puerta principal, y mirando a la plaza, un letrero verde en campo rojo, que decía: Abacería de San Quintín,

Mas como era tan ejecutiva, pronto despachó: con sus diez duros en el bolsillo, volvió a Mediodía Grande en coche simón tomado por horas, y en la puerta de la casa se tropezó con Petra la borrachera y su compañera Cuarto e kilo, que de la taberna vociferando salían.

Diría que es un religioso ó peregrino, á no ser por las extrañas mercancías que parece tener de venta, dijo Simón. Acercándose vieron que sobre una tabla que delante tenía se hallaban colocados en línea algunos trozos de madera, varias piedras y un clavo de buen tamaño.

Poco a poco, señor don Justo, y usted perdone dijo Simón deteniéndole , que para estas ocasiones son los consejos de los hombres de saber. Pues aconséjate de tu mujer repuso el cura , que parece no necesitar consejos de nadie. Mi mujer, que quiera que no, tomará el que usted le añadió Simón mirando con firmeza a Juana.

¡Tira! contestó Simón. El arquero tendió su arco y la flecha cayó dentro del parapeto. Atado á su extremo tenía un largo bramante del que Simón se apoderó con avidez. ¡Salvados! dijo, y luégo inclinándose hacia sus camaradas, gritó: ¡Atad ahora la cuerda, larga y fuerte! Á los pocos momentos tenía en sus manos la gruesa cuerda salvadora.