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Miss Nicholson preparábase por estos tiempos a abandonar la Francia después de dos años de residencia en ella, y ya sabemos las mil ocupaciones que una señorita tiene antes de dejar una ciudad como París, razón por la cual no podía asistir diariamente a casa del artista; pasáronse, pues, tres o cuatro semanas antes que el retrato hubiese recibido con la última pincelada la firma del maestro, sin que, por otra parte, pareciese mostrar deseo de verlo terminado la bella interesada, quien manifestaba en las largas y fatigosas sesiones una paciencia verdaderamente angelical, sobre todo si el marqués de Pierrepont se encontraba presente.

Por su gusto, le hubiese citado para aquella noche, o se le hubiera llevado en seguida a un café, a cualquier parte. Cuando, de allí a poco, entró en el salón de sesiones, no podía coordinar las ideas. Lo que había hecho Pepe le indicaba que las gentes contaban con un discurso suyo. No era ilusión; no estaba representando un papel de comedia, sino dentro de la realidad.

¿Qué se vota? era la pregunta obligada de todo diputado al entrar en el salón de sesiones, después de oír la campanilla que anuncia fuera a los dispersos que ha concluido de discutirse un asunto y va a comenzar una votación nominal; y según que el sustentante fuera de los suyos o del enemigo, se le respondía: «Vote usted que », o «vote usted que NO

Excepto el que habla, todos tienen sus sombreros puestos, túmbanse en los cojines, muchos duermen cómodamente, otros hablan; la tribuna destinada para el público es pequeña: todo es lo mismo en Inglaterra, formas, apénas se da participación al pueblo en las sesiones de las cámaras: en el centro del salon y sobre una mesa, está la corona y el cetro de la Albion; el canciller, ó presidente, viste un traje ridículamente extraño: cubre su cabeza la histórica peluca blanca con que se vienen adornando los presidentes desde el orígen del Parlamento.

Esa parte privilegiada de rusélas parece reservada á las clases altas, la ciencia y las bellas artes, á los hoteles donde se alojan los más ricos viajeros, y á los palacios donde residen los miembros de la familia real, los ministerios y los ministros extranjeros y donde tienen sus sesiones las cámaras legislativas.

Ante sus ojos entornados desarrollábase una neblina parda, como si espesara la penumbra húmeda de bodega en que está siempre el salón de sesiones; y sobre este telón destacábanse como visión cinematográfica las filas de naranjos, la casa azul con sus ventanas abiertas, y por una de ellas salía un chorro de notas, una voz velada y dulcísima cantando lieders y romanzas que servía de acompañamiento a los duros y sonoros párrafos del jefe del gobierno.

Como es natural, tales picardías despertaban fuerte clamoreo en los partidarios de Belinchón, rabiosas diatribas por parte del Faro, y tumultos sin cuento en las sesiones municipales.. Pero a Maza se le daba por todo una higa.

Llega la noche señalada, empujo la mampara de la Academia y penetro en el salón de sesiones. Una muchedumbre de trece a quince personas invade el local destinado al público. Los académicos suelen estar aún en mayor número, llegando algunas veces a ocupar casi todos los bancos delanteros. Pérez ha comenzado ya su discurso.

Más arriba estaban las llamadas galerías, donde es admitido el público, siempre que presente sus tarjetas especiales. Las sesiones son tumultuosísimas. Se camina, se habla, se grita, se gesticula, se ríe, se golpea, se vocifera, mientras habla el orador, al unísono.

El cuerpo principal del palacio es un vasto y rico salon donde se celebran las sesiones públicas del tribunal de Assises, y tienen su despacho todos los tribunales de Lyon.