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Tal era su dolor, que los estremecimientos, subiendo á lo largo de su espalda hasta la cabeza, erizaban sus rapados cabellos, haciéndolos crecer y enroscarse con la contracción de la angustia; hasta convertirse en horrible madeja de serpientes. Entonces ocurrió una cosa horrible. El fantasma, agarrándole de su extraña cabellera, hablaba por fin. Vine... vine decía tirando de él. Ven... ven.

La sirvienta lo levantó, pero en seguida lo dejó caer, y se quedó mirando a aquél, lívida y temblando. Sin saber por qué, Jordán sintió que los cabellos se le erizaban. ¿Qué hay? murmuró con la voz ronca. Pesa mucho articuló la sirvienta, sin dejar de temblar. Jordán lo levantó; pesaba extraordinariamente. Salieron con él, y sobre la mesa del comedor Jordán cortó funda y envoltura de un tajo.

Los cabellos se me erizaban, la carne me temblaba, sentia la sangre helada y la respiracion difícil, y algo como un sudor frio, como un vértigo de horror, me hizo, despues de dos horas de exámen la primera vez, decirle al amigo bondadoso que me guiaba: «¡Salgamos, salgamos de aquí, porque en esta cloaca se siente la tentacion de blasfemar, se pierde la esperanza, la vida se esconde bajo el fango y se adquiere una idea de la degradacion humana que abruma y trastorna la razón....» Muchas de aquellas callejuelas se hallaban, aún á medio dia, en una oscuridad casi completa, producida por la estrechez de las casas y la elevacion de los muros; y muchos de los patios, los vericuetos y las encrucijadas de aquel cementerio de cadáveres ambulantes, tenian el frio, la fetidez y todo el aspecto de una fosa de cien cuerpos removida por los cerdos.... Donde quiera la oscuridad, cien agujeros sombríos, la humedad glacial, el fango pútrido, los muros negros y medrosos, los depósitos de inmundicias, los harapos enmohecidos por la mugre flotando delante de las troneras irregulares habilitadas con el carácter de puertas y ventanas.... Y al pié de cada uno de esos edificios cubiertos de ollín y de lama húmeda, una tumba subterránea!

Ivona quedó en la posición que la dejara, pero su mirada continuaba siendo fija y sombría. Los cabellos de Kernok se erizaban sobre su cabeza; con las dos manos hacia adelante, el cuello tendido, como fascinado por aquella mirada pálida y siniestra, escuchaba respirando apenas, dominado por un poder superior a sus fuerzas.

Aquel acento ténue, sutilísimo, se iba haciendo cada vez más remoto, hasta que parecia perderse entre los escombros de aquellos sepulcros, como, el acento de un moribundo parece perderse entre los misterios de la eternidad. Las señoras chillaban furtivamente á despecho suyo, y habia hombre allí á quien se erizaban los cabellos.

Aquella extraña lucha con seres invisibles causó a Berbel un terror supersticioso, y sintiendo que sus cabellos se erizaban, quiso ocultarse; pero en el mismo instante un vago rumor le obligó a volverse, y ¡cuál no sería su espanto al ver que el manantial caliente hervía con más fuerza que de costumbre, y que grandes nubes de vapor se desprendían de él, avanzando en dirección de la puerta!

¡Y había que continuar el viaje!; ¡y cuanto más se anduviera, mayor altura se ganaría, y mayores, por consiguiente, serían los rigores de la intemperie! Con estas reflexiones, se le erizaban a don Simón los pocos pelos que tenía. Cuando acabó de vestirse salió en busca de su gente; pero se extravió en un laberinto de salones y pasadizos desmantelados y sin orden ni concierto.

Un ruido el temblor causó tamaño, Que los cabellos todos erizaban: Negocio de contarse por estraño, Que las paredes se meneaban; Y sin que recibiesen algun daño, Temblando de tal suerte, al fin quedaban En su ser, aunque algunas se cayeron, Y

Los hermanos de Poldy dejarían de reconocerla por hermana, sus tíos y tías, por sobrina, y toda la hig-life vienesa de dieciséis cuarteles, la expulsaría de su seno como individuo degradado y corrompido. Al pensar Poldy en esto, los cabellos se le erizaban y temblaba y tiritaba todo su cuerpo como si discurriese por él el frío que precede a la calentura.

Jesús mío, ¿permitiréis a vuestra sierva poner los labios en vuestra divina persona? Jesús se inclinó aún más. María sintió que los cabellos se le erizaban y el corazón quería salírsele del pecho. Jesús había hablado. Su voz penetró como una música en el alma de la joven, que se creyó muerta y trasladada al cielo. Jesús había dicho: Levántate, amiga mía, hermosa mía, y ven.