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Mi padre dice que no son los hombres sino las mujeres las que toman la iniciativa, y que la toman sin responsabilidad, y pudiendo negar y volverse atrás cuando quieren.

Porque se hacia la cuenta, que con abalorios que llevaba, podria comprar caballos de los indios, y cautivarles voluntades; pero como no esperaba conseguir licencia para practicar esta especie, trató de volverse al puerto en otras cuatro jornadas.

Roberto había hundido la cabeza en sus manos y escuchaba con espanto el lenguaje incoherente de Marta. Poco a poco pareció calmarse, su respiración se hizo más regular y más espaciada; de rato en rato su cabeza se inclinaba hacia un lado para volverse a levantar inmediatamente después, con un brusco movimiento. Un irresistible sueño se había apoderado de él.

Freneuse entró bruscamente, pasó por delante de ella, se detuvo en el salón alumbrado, sin volverse siquiera para ver si ella le seguía, se quitó el sombrero y el gabán y apoyándose en la chimenea, miró fijamente á la que poseía el secreto de que dependía su salvación.

El maestro, dándole gravemente las gracias, confesó que se iba reanimando, y entonces comenzó a volverse por donde había venido. Como lo esperaba, no se había alejado mucho cuando ella le llamó. Volviose. Ella estaba allí, de pie, pálida, con lágrimas en los ojos. El maestro comprendió que había llegado el momento oportuno.

Así contestaba don Víctor a las sugestiones de la mísera carne que pretendía volverse a las ociosas plumas. Cuando ya tenía las ideas más despejadas, reconoció imparcialmente que la pereza aquella mañana no se quejaba de vicio. «Debía de ser en efecto bastante más temprano de lo que decía el reloj.

¡Ah! ¡le pareció que iba a volverse loco! Dejó caer la cabeza y permaneció algunos instantes con ella apoyada entre las manos, como para persuadirse a mismo de que no era una ilusión, de que Judit vivía aún, y de que ella era la que acababa de ver.

El príncipe quiso romper esta clausura que se había impuesto voluntariamente. ¿Por qué seguir en Villa-Sirena, cerca de unas personas que ocupaban á todas horas su pensamiento y no deseaba ver?... Lo mejor era volverse cuanto antes á París.

Los entusiastas dejaban de mirar al toro para volverse indignados contra el resto del público. ¡Qué injusticia! ¡Qué falta de conocimiento! Había entrado muy bien a matar... Pero los enemigos señalaban al toro sin desistir de sus protestas, y toda la plaza se unía a ellos con una explosión ensordecedora de silbidos.

La oscuridad creció rápidamente, y ya no le permitió ni ver la naranja, ni orientarse, ni dar con el camino para volverse atrás. Iba pues, vagando a la ventura, afligidísima y muerta de hambre y cansancio, cuando columbró no muy lejos unas brillantes lucecitas. Imaginó ser las de la ciudad; dio gracias a Dios, y enderezó sus pasos hacia aquellas luces.