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Actualizado: 29 de junio de 2025


Además, no cesaban de proferir unas blasfemias tan horrendas que los cabellos de los inocentes campesinos se erizaban de terror. Sobre todo las mujeres sentían indignación tan profunda que sin temor la dejaban estallar en su presencia. Pero esto les hacía reir y no les corregía. Poco á poco aquellos mineros enseñaron su oficio á los zagales de Carrio y Canzana.

En efecto, el calor por la noche cedía bastarte. Pero yo, acostumbrado a la temperatura primaveral de mi país durante el estío, lo sentía ya abrumador. Se me erizaban los pelos, y eso que los tenía bien mojados por el sudor, ante la perspectiva de las noches que me anunciaban.

Cuando iban cerca de tierra y pasaban rozando por encima de zarzales y plantas espinosas, creeríase que todas las púas se erizaban como garras para cogerla, y al volar por encima de un charco, los gansos de la orilla volvían de medio lado la cabeza mirándola, y con la esperanza de verla caer, corrían graznando tras ellaSúbeme, amiguito-gritaba-, para no oír a estos bárbaros».

Intentó volver sobre sus pasos al sitio donde había estado; pero las piernas se negaron á obedecerla. Veía á aquel hombre tendido y manando sangre: sus cabellos se erizaban de terror. Siguió avanzando. Y otra vez cayó y otra vez se alzó: tropezaba con las paredes, con los puntales de sostén. Caminaba con las manos extendidas siguiendo el trayecto de la galería.

Don Fadrique sintió un frío repentino, que discurría por todo su cuerpo y que hasta los huesos le penetraba. Imaginó que se le erizaban los cabellos. Se inmutó; pero con habla interior dijo para : En efecto, ¿habré sido tan brutal que la haya asesinado?

A veces, bajo el influjo de una gran contrariedad, o acongojado por la timidez amorosa, estaba cierto, puesto que recibía la sensación, de que se le erizaban los cabellos del peluquín. ¿Qué podía ser esto, sino que el espíritu del difunto montaba en cólera contra el profanador de sus restos mortales?

Entonces, sólo entonces se descomponía un poco; dejaba los ademanes acompasados, suaves, académicos, y encogía las piernas, se bajaba como un cazador en acecho, para disparar sobre el argumento contrario, daba palmadas rápidas, sin medida sobre el púlpito, se arrugaba su frente, se erizaban las puntas de acero que tenía en los ojos, y la voz se transformaba en trompeta desapacible y algo ronca.... Pero ¡ay! esto era perderse.

Chichoy había ido á entregar unos trabajos para don Timoteo Pelaez, un par de pendientes para la recien casada, á la sazon en que demolían el kiosko que en la noche anterior había servido de comedor á las primeras autoridades. Aquí Chichoy se ponía pálido y sus cabellos se erizaban.

Palabra del Dia

rigoleto

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