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Los ojos eran lo único inquietante en aquella cara bondadosa de sacristán de aldea: unos ojos pequeños y triangulares sumidos entre bullones de grasa; unos ojillos estirados, que recordaban los de los cerdos, con una pupila maligna de azul sombrío. Al aparecer Gallardo en la puerta del cortijo lo reconoció inmediatamente y levantó su sombrero sobre la redonda cabeza.

Unas veces con un silencio injustificado y receloso, otras con un ataque intempestivo como el que ahora ha experimentado Tristán, señalan al público el sitio donde está lo bueno. En las aldeas de Francia he visto que para descubrir las trufas sueltan los cerdos al campo. En el sitio donde las hay se detienen y comienzan a hozar estos animales.

El chino le explicó entonces que en aquella villa había una enfermedad, por desgracia muy común, que se llamaba cerdofalgia, y que consistía en la trasfiguración del hombre en cerdo. De ahí la inmensa cantidad de cerdos con que tropezaba en las calles.

Era el mayor de diez hijos, entre mujercitas y varones, que tragaban y bullían bajo el techo paternal. Su padre poseía una cabaña, un pedazo de tierra, algunos castaños en el monte, media docena de cerdos, y dos brazos para cavar el terreno.

¡Que barbarie! exclamó Martín . ¿Se ha de estar siempre hecho un esclavo, sembrando patatas o cuidando cerdos? Prefiero la guerra. ¿Y por qué prefieres la guerra? Para robar. No hables, Capistun, que eres comerciante. ¿Y qué? Que y yo robamos con el libro de cuentas. Entre robar en el camino, o robar con el libro de cuentas, prefiero a los que roban en el camino.

La visita se realizaba comúnmente en lo alto de la torre truncada, bajo un cobertizo de tejas, reclinado cada cual sobre las tablas de una zahurda, donde los esposos criaban una media docena de cerdos, negros como la pez.

En una acera de la calle Larga, ante las mesas de los principales casinos, había besado a un amigo con exagerados transportes de pasión, entre el griterío de la gente que salía a las puertas. Su último amor era un mozo tratante en cerdos, un atleta chato y cejudo con el que vivía en el arrabal. Un secreto poder de este macho fuerte la enloquecía.

Que á 20 de Abril llegó al comenzado pueblo del Pilar, donde estaba el Padre Tomas Falkner y el Padre Matias Strobel: que del pueblo de los Pampas á dicho Pilar hay cosa de 60 leguas; las 40 de solas campañas, sin árboles ni matorrales, y están pobladas de infinidad de yeguas silvestres, cimarronas ó baguales, como acá dicen: hay en ellas abundancia de venados, cerdos, avestruces, quirquinchos y perdices.

The Switzerland of Spain le preguntó a su hostelera si era cierto lo que se decía de los cerdos santiagueses como animales de sociedad. No son únicamente los cerdos contestó la interpelada . Desde su ventana puede usted ver dos cabras en el piso de enfrente. Sus dueños las tratan como personas de la familia...

¿El hijo de Colasa?... ¡Esa bruja había de ser! Desde que Goro la quitó de pacer su vaca en el castañedo del Regueral no nos puede ver más que al diablo. Ya sabes cómo para vengarse metió sus cerdos entre nuestro maíz.