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Las mujeres paren también sobre la ceniza: concluído el parto se bañan y vuelven á acostarse sobre ella y á cuidar de su hijo, el que cuando marchan lo llevan pendiente del cuello ó á la espalda, sostenido por un lienzo atado, ó por una corteza de árbol apoyada en la nuca. No se les conoce religión alguna. Comen puercos de monte, venados y raíces alimenticias; pero nunca lo verifica uno solo.

Subiendo, pues, el Rio de la Plata, Al Paraguay se llegua muy ameno, El cual con menos furia se desata, Y en su corriente viene mas sereno. Por sus riberas caza bien se mata. Que el campo de venados est

En la casa había jardín, y además un desmesurado corralón, donde, para mayor recreo y gala, no se encerraban sólo gallinas y pavos, sino, en apartados recintos, venados y corzos traídos vivos de Sierra Morena, y por último, amarrado a fuerte cadena de hierro, por temor a sus travesuras y ferocidades, un enorme mono que había enviado de Marruecos un capitán de Infantería, primo del señor.

La vaca, el carabao, la cabra, el jabalí de monte, el casero y el llamado mantequero, abundan bastante en aquellas regiones; habiendo asimismo jabalíes y venados en grandísimo número, en las islas del Norte, principalmente en Agrigan y Saipan, en donde se comprende perfectamente su fomento, teniendo en cuenta lo escaso de la persecución, y los millones de cocos que la falta de beneficio deja en abandono, cayendo de la palma al empuje de otra cosecha, que á su vez caerá como la primera en fuerza de la madurez ó de los fuertes vientos, para servir de alimento á los animales ó para pudrirse con el tiempo y las aguas.

Durante la semana, paseando entre las cajas del taller, manchado de tinta y oliendo a papel húmedo, pensaba nostálgicamente en los cerros cubiertos de pinos, alcornoques y robles, en los matorrales que se abrían ante el hocico de los venados, escapando éstos después con un bufido de alarma, en los grandes espacios de cielo azul, con las cimas nevadas del Guadarrama en el fondo, como una muralla de almenas de plata que brillan al sol.

Esta población tan heterogénea, á decir verdad, no sabríamos cómo vive, á no recordar la prodigalidad del suelo y la abundancia de carne que suministra el sinnúmero de venados que recorren sus bosques; venados, cuya carne, como todo lo demás que representa una necesidad ó una superfluidad, hay que buscarlo en la vecindad, pues allí, á pesar de no haber mercado ni tienda abierta, puede asegurarse que, salvas poquísimas excepciones, todos son comerciantes, vendiendo unos lo que les sobra de sus pacotillas y ranchos, aprovechando la falta de otros.

En otro tiempo había sido uno de los más bravos aficionados, aunque nunca había querido torear en público. «Eso no es más que una guasa, ¿sabe usted?», me decía en tono desdeñoso. Lo que le placía, aun hoy, era tentar y derribar toretes en sus fincas y en las de sus amigos, montar buenos caballos, cazar venados y cochinos en el monte. Otras cosas sabía yo que le gustaban tanto o más que todo esto.

Que sus habitaciones se reducen á cuevas practicadas en la tierra: que en el continente hay avestruces, conocidos entre ellos con el nombre de Talcke, y que ademas se encuentran animales cuadrúpedos, nombrados Casoni, que se cree sean venados ó vicuñas.

CAP. XXXII. De como nos dieron los coraçones de los venados.

Tan sueltos y ligeros son, que alcanzan Corriendo por los campos los venados; Tras fuertes avestruces se abalanzan, Hasta dellos se ver apoderados; Con unas bolas que usan, los alcanzan, Si vén que están á lejos apartados; Y tienen en la mano tal destreza, Que aciertan con la bola en la cabeza.