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El movimiento regular de tantos miles de alas producía en el silencio un ruido semejante al de las hojas secas arrastradas por el cierzo. Son los pinzones, que se marchan de las Ardennas dijo Hullin. , es el último paso; ya el hayuco está enterrado en la nieve lo mismo que la sementera. Pues bien, mira; hay más hombres allá abajo que pájaros en esa bandada.

La bandada que formaban era más grande que cuanto pueden abarcar los ojos en el espacio visible, y cubría la luna y las estrellas, como cuando el firmamento se llena de nubes. «A prisa, á prisa, caballeritos, que va á ser de día dijo uno, y el Abuelo nos va á reñir si llegamos tarde. No valen nada los Nacimientos de este año.... ¡Cuando uno recuerda aquellos tiempos...!»

La hetera de lugar es menos exigente, pedigüeña y antojadiza que las Coras, las Baruccis, las Paivas y otras famosas heteras parisinas: pero aquéllas son solas, se diría que nacieron como los hongos, y la lugareña tiene un diluvio de parientes, que se lanza y abate sobre la casa y la hacienda del mantenedor enamorado, como bandada de langostas hambrientas y voraces.

Doña Crucita, que se había dedicado a bordar pájaros, despachaba semanalmente una bandada de aquellos preciosos seres, y a veces el comedor parecía una selva americana, porque los había de todos colores, y además mariposas y florecillas, todo inventado por la señora que creaba las especies con su rica fantasía, de tal modo que se viera muy perplejo Buffón ante tal maravilla.

Los caballeros de La Noche, de la Media Tostada y del Salto Mortal viven una vida desastrosa entre paradojas y algún soneto que otro, no muchos, porque la bohemia estropea el estómago y dispersa las rimas como una bandada de pájaros quiméricos.

De esta suerte, tamborileando y andando con paso marcial, avanzaba delante del doctor y de Petrov, que, inconscientemente, seguían el compás. Petrov se estrechaba contra el doctor y miraba con ansia, volviendo la cabeza, la bandada de grajos en el cielo frío y a cada momento más obscuro. ¡Tam-tara-ta-tam! ¡Tam-tara-ta-tam!

Ya sabemos que hácia aquella época volvia del círculo polar una bandada de filósofos, que habian ido á hacer observaciones en que nadie hasta entónces habia pensado. Traxéron los papeles públicos que habia zozobrado su embarcacion en las costas de Botnia, y que les habia costado mucho trabajo el salir á salvamento; pero nunca se sabe en este mundo lo que hay por debaxo de cuerda.

El día era hermosísimo: un airecillo manso y saturado de aromas campestres movía lentamente los árboles; los andenes estaban casi vacíos; no se oían más ruidos que el rodar del ómnibus que regresaba al pueblo y el alegre piar de una bandada de gorriones, que venía revoloteando a posarse en los alambres del telégrafo.

Sintieron silbar la máquina, y los condenados se pusieron a bailar sobre los carriles desafiando el tren mugidor que venía. Lo azuzaban, lo escarnecían, hasta que apareció la locomotora en la curva, y al verla cerca se dispersaron como bandada de gorriones.

Iban ya a ponerse en marcha, cuando una bandada de grandes pájaros cayó sobre el bosquecillo de nueces moscadas, y se puso a picar ávidamente la fruta. ¿Qué volátiles son esos? preguntó Cornelio.