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Durante todo el camino los dos charlaban y se contradecían. El cura reprochaba a Bernardo que no fuera a misa, y éste respondía: Mi mujer y mis hijas van por ... Bien sabéis, señor cura, que así somos nosotros. Las mujeres tienen religión por los hombres. Ellas nos harán abrir la puerta del Paraíso. Y maliciosamente añadía, dando un suave latigazo a la vieja yegua: ¡Si lo hay!

Al Capitán D. Diego de la Cerda, estando de guarda en ella, le mataron una yegua en que iba y á él le cortaron una pierna, de que murió. Viendo los turcos que la guardia que metían de noche á las galeras salía el día en tierra, acordaron venir á tomárnoslas con desino de batir dellas el fuerte, porque lo más flaco dél era á la marina.

Efectivamente, á cierta distancia la tomaban por un hombrecito, pues iba vestida siempre con traje masculino, y montaba caballos bravos á estilo varonil. A veces agitaba un lazo sobre su cabeza lo mismo que un peón, persiguiendo alguna yegua ó novillo de la hacienda de su padre, don Carlos Rojas.

¿Y por qué no? le respondí, ¿Cuánto vale la jaca? Media bicoca, señorito; por ciento cincuenta duros.... Es muy cara. Ah, señor! si usté supiera lo que vale la yegua!... Es mas fina que una perla; y tal madre tal hijo. Entonces la jaca es muy mala. Puah! qué está usté rezándome! Y el padrote.... La verdad: la yegua fina da mal potro, si el caballo es bueno.

Al salir de casa de Barbacana, encontró el arcipreste en la cartería al juez y al escribano, y a la puerta a don Eugenio, desatando su yegua de una argolla y dispuesto a montar. Aguárdate un poco, Naya le dijo familiarmente, dándole, según costumbre entre curas, el nombre de su parroquia . Voy a ver los partes de los periódicos, y después nos largamos juntos. Yo tomo hacia los Pazos. Yo también.

Dentro de cuatro o cinco días asegura que podré ya montar en Lucero, caballo negro, hijo de un caballo árabe y de una yegua de la casta de Guadalcázar, saltador, corredor, lleno de fuego y adiestrado en todo linaje de corvetas. Quien eche a Lucero los calzones encima dice mi padre , ya puede apostarse a montar con los propios centauros; y le echarás calzones encima dentro de poco.

Una pequeña tartana tirada por una guapa yegua nos condujo por la excelente carretera que faldea el cerro caracoleando hasta la cumbre y se prolonga por el fondo de un valle hasta Chaux-de-Fonds.

Sin notar, al parecer, la mirada de reproche que la señorita Margarita dirigió al obsequioso gentil hombre, acepté sus espuelas. Cinco minutos después, un ruido de pisadas desordenadas anunciaba la aproximación de Proserpina que traían trabajosamente al pie de la escalera del jardín reservado, y que era, entre paréntesis, una yegua muy bella mestiza, negra como el azabache.

¿Cómo no le has traído a la señorita la borrica? preguntó don Pedro, deteniéndose antes de montar, con un pie en el estribo y una mano asida a las crines de la yegua, y mirando al cazador con desconfianza. Primitivo articuló no qué de una pata coja, de un tumor frío.... ¿Y no hay más borricos en el país?, ¿eh? A no me vengas con eso. Te sobraba tiempo para buscar diez pollinas.

Dejo la yegua y la carabina a cualquier amigo pa que me las guarde, y tomo el tren como un señor. He estao en Barselona, en Valladolí, en muchas siudades. Me pongo serca del cuartel y veo a los siviles que entran y salen. «Este no es mi hombre; este tampocoSe equivocan al darme informes; pero no importa. Lo busco hace años y yo lo encontraré.