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El cabildo concedió á las casas de los señores de Alcaudete, de Aguilar, de Lucena y de Guadalcázar, del apellido de Córdoba, y á los descendientes de este glorioso tronco, la honrosa distincion del doble de la cepa, que consiste en hacer por ellos el doble ó toque de campanas con la principal de la torre, á la cual acompañan otras tres.

Vuelo por las montañas: Fuenteovejuna, Belalcázar, Pedroche, Espiel, Belmez, Cuzna, Trasierra: 431. Vuelo por la ribera: Aldea del Rio, Montoro, el Carpio, Villafranca, Alcolea, Almodóvar, Guadalcázar, Peñaflor, Palma del Rio: 435.

Desgraciadamente el Sr. marqués de Guadalcázar, dueño de la dehesa, al otorgar su consentimiento para dicha esploracion, habia impuesto á los comisionados de Córdoba dos condiciones que ignorábamos en Madrid, y que imposibilitaban la continuacion de la tarea comenzada, á saber: que la escavacion habia de suspenderse á fin de mayo, y que no habia de poderse cortar ni quemar árbol, arbusto ni mata de ninguna especie.

Sus moradores, en tiempos pasados, eran muchísimos en número, de suerte que en sólo el contorno de la ciudad de Guadalcazar, que hoy está destruída, se contaban más de cuatrocientas Rancherías de diferentes naciones y lenguas.

Y levantándose por el aire, parecieron cohetes voladores, y los dichos alguaciles, capados de varas, pedían a los gorriones «¡Favor a la justicia!» , quedándose suspensos y atribuyendo la agilidad de los nuevos volatines a sueño, haciendo tan alta punta los dos halcones, salvando a Guadalcázar, del ilustre Marqués de este título, del claro apellido de los Córdovas, que dieron sobre el rollo de

D. José Antonio Conde en su Historia de la dominacion de los árabes, etc. Dice que se hallaba á cinco millas de Córdoba, Guadalquivir abajo. Es esta dehesa propiedad de los marqueses de Guadalcázar, no sabemos desde cuándo. Nuestro citado amigo D. Pascual de Gayangos, que tradujo del árabe en correcto idioma inglés la historia de Al-Makkarí para la Sociedad asiática de Lóndres.

Sus señores los marqueses de Guadalcázar perpetúan en Córdoba la descendencia de aquel famoso condestable de Castilla Ruy Lopez Dávalos, cuya estrepitosa caida á impulsos de la ambicion de D. Alvaro de Luna cuenta la crónica de D. Juan II. Por redundar en gloria de otro esclarecido linage de Córdoba, será bien recordemos que quien hizo restituir al desgraciado condestable la honra y la hacienda perdidas, fué su criado Alvar Nuñez de Herrera, dechado de lealtad y fidelidad acrisoladas, el cual se dió tan escelente traza en la buena obra que se propuso desde que el condestable se refugió en Aragon, que descubrió y probó haber sido falsificados por el secretario del de Luna todos los documentos en cuya virtud habia sido condenado su señor como traidor á la corona.

Dentro de cuatro o cinco días asegura que podré ya montar en Lucero, caballo negro, hijo de un caballo árabe y de una yegua de la casta de Guadalcázar, saltador, corredor, lleno de fuego y adiestrado en todo linaje de corvetas. Quien eche a Lucero los calzones encima dice mi padre , ya puede apostarse a montar con los propios centauros; y le echarás calzones encima dentro de poco.

Atravesando el rio tenemos ahora en frente á Guadalcázar, antigua Carbulo, donde hoy no advertimos mas objeto digno de atencion que un palacio medio arruinado.

La capilla de Sancti Spiritus se fundó contigua al vestíbulo de la antigua catedral por el mediodia, por Diego Fernandez de Córdoba, á quien cedió ese sitio el cabildo. Luego el primer marqués de Comares, tercer nieto del Diego Fernandez, la dió á Luis de Angulo, su tio, veinticuatro de la ciudad, de quien la hubieron los marqueses de Guadalcázar, sus descendientes.