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Por la parte trasera la luz del mediodía bañaba sus ventanas. Los árboles de la huerta metían las ramas por ellas, sirviendo de fresca cortina para templar sus rayos. El conjunto de aquel vetusto caserón ofrecía misterio y encanto singulares para los lacienses dotados de imaginación, en especial para los niños, únicos seres que conservan, en nuestra edad prosaica, la fantasía despierta.

Al Capitán D. Diego de la Cerda, estando de guarda en ella, le mataron una yegua en que iba y á él le cortaron una pierna, de que murió. Viendo los turcos que la guardia que metían de noche á las galeras salía el día en tierra, acordaron venir á tomárnoslas con desino de batir dellas el fuerte, porque lo más flaco dél era á la marina.

Se metían en un coche de tercera clase, entre aldeanos alegres, frescos, colorados; Quintanar dormitaba dando cabezadas contra la tabla dura; Frígilis repartía o tomaba cigarros de papel, gordos; y más decidor que en Vetusta, hablaba, jovial, expansivo, con los hijos del campo, de las cosechas de ogaño y de las nubes de antaño; si la conversación degeneraba y caía en los pleitos, torcía el gesto y dejaba de atender, para abismarse en la contemplación de aquella campiña triste ahora, siempre querida para él que la conocía palmo a palmo.

Mucho quería el labrador á su mujer, y hasta le perdonaba la tontería de haberle dado cuatro hijas y ningún hijo que le ayudase en sus tareas; no amaba menos á las cuatro muchachas, unos ángeles de Dios, que se pasaban el día cantando y cosiendo á la puerta de la barraca, y algunas veces se metían en los campos para descansar un poco á su pobre padre; pero la pasión suprema del tío Barret, el amor de sus amores, eran aquellas tierras, sobre las cuales había pasado monótona y silenciosa la historia de su familia.

Por entonces, a la hora de su vino, llegaban siempre junto a ella cinco o seis niños de coro, que se metían pronto entre la paja con su capa de color de violeta y su alba de encajes; después, al cabo de un momento, un buen olor caliente de caramelo y de aromas perfumaba la cuadra, y aparecía Tistet Védène llevando con precaución el ponche de vino a la francesa.

Cuando hicieron sus nidos, se metían en las casas para robar, de los costureros de las señoras, hilachas y trapos, de que luego, con la mayor destreza, hacían sábanas, almohadas y edredones para sus hijuelos. Ahora, estos graciosos bandidos andan por esos mundos ejerciendo su depravada rapacidad en los trigos y en las hortalizas.

Pero si metían sus manos aquellos arregladores que predicaban contra los ricos, ¿quedaría el mundo mejor?... Cada uno para lo que ha nacido, y que se conforme con su suerte continuó el albañil . Yo también he visto algo, Isidro, aunque no sea letrado como ... ¿Cuál es la cosa mejor organizada en todas las naciones y que marcha más derecha?... No me negarás que es el ejército.

Bailaba al son de sus instrumentos, obstruyendo el camino, y se negaba á obedecer á la fuerza pública cuando ésta pretendía alejarla del Hombre-Montaña. Todos querían tocarle después de haberle visto. Se subían sobre sus zapatos, se metían en el doblez final de sus pantalones.

Le digo a usted que los coches no cabían en la calle; y del ruido que metían entendí que el padimento se polvatizaba. »Como mi marido es tan vistoso en las Cortes, y de los que más figuran, vinieron horror de diputados con sus familias; y estuvo en un tris que no vinieran dos ministros, íntimos amigos de Simón. Pero otro día vendrán, si Dios quiere; que estas funciones han de repetirse.

Los tres oyentes asintieron, reconciliados de pronto con él. ¡Estos hombres de pluma!... ¡Qué simpáticos cuando no se metían en negocios!...