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Los corpiños eran bajos; pero la camisa, alta, plegado el cuello, con un cabezón labrado de seda negra, puesta una gargantilla de estrellas de azabache sobre un pedazo de una coluna de alabastro: que no era menos blanca su garganta; ceñida con un cordón de San Francisco, y de una cinta pendiente, al lado derecho, un gran manojo de llaves.

Gerardo Lautrec trató de espiritualizar la idea mostrándonos en la belleza de la forma la imagen y el símbolo de la belleza moral, única representación de la divinidad. Al oír esto Sofía Jansien, roja como la grana bajo sus ricillos de un negro azabache, preguntó con indignado desprecio cómo era posible que se perdiese el tiempo en definir lo que no existe.

La tengo perfectamente grabada en la memoria. Un rayo de sol que descendía desde la ventana del coro de San Dives, solía acariciar dulcemente las tupidas masas de cabello castaño de su hermosa cabeza y los negros arcos de sus cejas, y oscurecía la sombra de las sedosas pestañas sus ojos de azabache.

Catalina, sacudiendo altivamente la cabeza, echose sobre el hombro su abundosa cabellera de azabache, dejó caer una punta del cubrecama a manera de túnica vestal, y avanzó hacia Carolina a trágicas y exageradas zancadas.

El sol nadaba sereno por el espacio haciendo brillar la seda de los vestidos, el carmín de las mejillas, el azabache de los ojos. Por doquier reinaba el júbilo. El ambiente, cargado de perfumes, de colores y reflejos, vibraba con los dulces sones de las músicas, con los cantos, con las risas, con las palabras de amor.

Al oír aquel nombre Ramiro se enderezó con viveza y abrió del todo los ojos para disipar con la luz el doloroso recuerdo. El sol, inclinado hacia el poniente, reverberaba en las fachadas fronteras y hacía resplandecer en las ventanas y balcones las joyas, el azabache, la blanca piel de los guantes, los abanicos dorados. Llegoles por fin el turno a los que habían de morir.

Las señoras rodearon á la novia, oculta bajo un largo velo y la felicitaron con ardor. La señorita Guichard, apoyada en la chimenea, con el empaque de una reina, recibía los cumplimientos de la parte masculina de la reunión. Era la tal una mujer alta y delgada, de cara amarillenta á la que formaban cuadro unos cabellos de un negro azabache.

Los despojos de su suelo ruedan hacia el barranco cuando las cabras saltan por las rocas. Y las piedras desprendidas forman otro monte que crece gradualmente. Al abrigo de éste, vive alguna cepa, que busca en vano un árbol donde enredar sus sarmientos. En vano también, el arce crece y se arrastra entre los zarzales. Donde los chicos del pueblo roban a los pájaros las moras negras como el azabache.

Con razón, Conde, por ella Esos desmayos os dan. ¿Hay tal gracia de monjil? Que es de azabache, repara, 410 Imagen, menos la cara Y manos, que son marfil. Vos tenéis un gran sugeto Para versos. No he pensado Meterme en ese cuidado; 415 Que pienso andar más discreto. ¿Cómo? Remitirme á el oro, Que es excelente poeta. Dicen que es rica y discreta: Guardadle más el decoro. 420

Y mientras su esposa la inspectora, delgaducha y metida en su vestido marrón bordado de azabache, conversaba con la señora de Voinchet hablándole de lo difícil que es hoy procurarse buenos criados, Delaberge se llevaba al inspector su amigo a un rincón de la sala preguntándole sobre todos los detalles del asunto que allí le había traído.