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Esa rica gargantilla es una señal de ello me contesto. ¿Y dónde me ha visto su majestad? le dije. No lo .

Copiando al historiador Ibrabim el Katib refiere Conde, que un dia regaló el sultan á una esclava suya, muy linda y preciosa, un collar ó gargantilla de oro, perlas y pedrería, de valor de 10,000 dinares ó doblas de oro, y que contando despues el rey á su poeta Abdala ben Xamri que á sus wazires, presentes á la dádiva, les habia parecido escesiva, el poeta por adular el gusto de su señor habia improvisado un concepto en verso encareciendo las gracias de la esclava querida, al cual contestó el rey con esta otra improvisacion: Es don tuyo Aben Xamri la elegante poesía, los oscuros pensamientos tu claridad ilumina cual las sombras de la noche la luz del alba disipa: su encanto por el oido en el corazon destila, como la gracia y beldad de una criatura linda nuestros ojos arrebata nuestro corazon hechiza, mas que la rosa y jazmin mas que las eras floridas.

Aquellos dos estuches le recordaron que debía entregar á su sobrino, de parte del duque de Lerma, una cruz de Santiago, y que para servir al duque, debía entregar una gargantilla á la dama con quien pretendía entretener al príncipe de Asturias el duque de Uceda, y que se entretenía particularmente con don Juan de Guzmán. El amante de su mujer se le ponía otra vez delante.

¿Habéis andado vos en ello? por cierto; anoche traje una gargantilla de parte del rey, aunque sin nombrar la persona, á esa mujer. ¿Pero quién es el que, contrario al duque de Uceda, que pone ó quiere poner al príncipe en manos de esa mujer, pretende hacerle tiro, enredándola con el rey?... no puede ser otro que el duque de Lerma. Acertádolo habéis. Pero eso me importa muy poco.

8 Conmigo del Líbano, oh esposa, conmigo vendrás del Líbano; mirarás desde la cumbre de Amana, desde la cumbre de Senir y de Hermón; desde las guaridas de los leones, desde los montes de los tigres. 9 Prendiste mi corazón, hermana, esposa mía; has preso mi corazón con uno de tus ojos, con una gargantilla de tu cuello. 13 Tus renuevos paraíso de granados, con frutos suaves, de alcanfor y nardos,

Con gran trabajo, porque se negaba á recibirme, anoche, ya tarde. ¿Y qué pasó en vuestra visita? Díjela que un altísimo personaje me enviaba á ella, y en prueba de su estimación me mandaba entregarla una alhaja de gran precio. Entonces la la gargantilla. Alegráronsela los ojos; pero puso dificultades... me dijo que no conociendo á quien aquél regalo la hacía, no debía recibirle...

Los corpiños eran bajos; pero la camisa, alta, plegado el cuello, con un cabezón labrado de seda negra, puesta una gargantilla de estrellas de azabache sobre un pedazo de una coluna de alabastro: que no era menos blanca su garganta; ceñida con un cordón de San Francisco, y de una cinta pendiente, al lado derecho, un gran manojo de llaves.

Es verdad repuso el bufón interrumpiéndola que, olvidándome de quien soy y lo que á mi mismo me debo, vine un día á traeros de parte del rey mi señor, una gargantilla y un billete. Por lo mal parado que entonces salísteis... Entonces érais nieve, y como el rey no es sol ni mucho menos... ¿Venís decidido á no dejarme hablar del asunto para que os he llamado?

Veamos, é interroguemos, y recojamos con atencion las respuestas. Dime, hermosa africana, ¿por qué estás triste? ¿por qué palidece el ébano en tus lánguidas megillas y se estingue el fuego en tu mirada? ¿No se deslizaban felices tus dias en este encantado y magnífico recinto, descuidados como esas cuentas de coral que por el roto hilo de tu gargantilla caen á ese tapiz de flores?

Quedó admirablemente vestida, un tanto escotada, y dejando ver en su incomparable garganta una ancha gargantilla de perlas, con un pequeño relicario cubierto de brillantes. Deslumbráis, Dorotea dijo Quevedo, doblando cuidadosamente el manto y poniéndole sobre su ferreruelo en la llave . Se me os vais subiendo á la cabeza. Sentáos y ponedme vino. No seáis loca.