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Entramos en el bajel; dímosles las gracias por el bien que nos hacían, mostrándonos más agradecidos que quejosos; ellos se hicieron a lo largo, siguiendo la derrota del estrecho; nosotros, sin mirar a otro norte que a la tierra que se nos mostraba delante, nos dimos tanta priesa a bogar que al poner del sol estábamos tan cerca que bien pudiéramos, a nuestro parecer, llegar antes que fuera muy noche; pero, por no parecer en aquella noche la luna y el cielo mostrarse escuro, y por ignorar el paraje en que estábamos, no nos pareció cosa segura embestir en tierra, como a muchos de nosotros les parecía, diciendo que diésemos en ella, aunque fuese en unas peñas y lejos de poblado, porque así aseguraríamos el temor que de razón se debía tener que por allí anduviesen bajeles de cosarios de Tetuán, los cuales anochecen en Berbería y amanecen en las costas de España, y hacen de ordinario presa, y se vuelven a dormir a sus casas.

Apliquemos ahora a la amena literatura lo que de la estatuaria hemos dicho. Fácil es sacar las siguientes consecuencias: Que a tal literatura se le debe quitar el epíteto de amena. Que si no es amena no es útil tampoco, porque nos desazona y aflige mostrándonos el mal, con todos sus asquerosos y horribles pormenores y no nos ofrece remedio alguno.

La creación del mundo y primera culpa del hombre, es el primer capítulo de la Biblia convertido en comedia religiosa, careciendo, á la verdad, de enlace dramático propiamente dicho, y de un centro alrededor del cual gire la exposición poética, pero mostrándonos, bajo un aspecto más ventajoso, así la poderosa fantasía del autor, que se encumbra hasta perderse de vista, como también su arte imaginando las escenas más pintorescas.

Pero en seguida se probó que no andábamos equivocados en nuestras apreciaciones, pues apenas hubo cesado Bill de gruñir, cuando hacia la entrada oímos un paso rápido y el roce de un vestido empapado en agua; la puerta se abrió de par en par, y apareció una joven que, mostrándonos con su sonrisa los destellos de sus blancos dientes, y el centellear de sus ojos negros, con una carencia absoluta de toda ceremonia y timidez, entró, cerró la puerta y apoyose jadeante contra ella.

Gerardo Lautrec trató de espiritualizar la idea mostrándonos en la belleza de la forma la imagen y el símbolo de la belleza moral, única representación de la divinidad. Al oír esto Sofía Jansien, roja como la grana bajo sus ricillos de un negro azabache, preguntó con indignado desprecio cómo era posible que se perdiese el tiempo en definir lo que no existe.

Estaba más ganoso que nunca de hablar de los tiempos que fueron, de recordar fechas; los recuerdos de lo pasado se le subían al cerebro como una borrachera. Salud, señor Domingo, salud, señores nos dijo mostrándonos todas las arrugas de su rostro devastado, dilatadas por la satisfacción de vivir.

Hacemos voto de pobreza; es decir, nos libertamos, ya para siempre de la preocupación económica, y nos consagramos a la contemplación, a la predicación, a la caridad, ora pasiva, ora activa, mendigando y dando ocasión a los demás para que se muestren caritativos, como hace la Orden franciscana, o bien socorriendo y mostrándonos nosotros mismos caritativos, al estudio, a la enseñanza, a la misión apostólica y conversión de gentiles, a un sinfín de obras largas y duras, egoístas y a la par desinteresadas, que nos absorben de la mañana a la noche, gracias a que estamos seguros de que tenemos siempre una cama, aunque dura, so un techo, y la mesa, aunque sobria, aparejada a hora fija.

¿Usted sabe quién es, señorita Cristina? preguntéla al devolverle la carta. Es muy probable dijo, mostrándonos sus blancos dientes y sacudiendo gravemente su femenil cabeza, iluminada por la felicidad. ¡Gracias, señoras y señor! saltó del estribo y muy luego desapareció en la selva, elevando hacia el Cielo las notas alegres y sonoras de alguna canción bretona.

Lo que vendrá después de la pronosticada revolución radical se columbra confusamente o más bien se desentraña o se descubre a través de los símbolos y de las imágenes colosales, y en las figuras alegóricas que va creando y mostrándonos el poeta. A lo que parece, no han de quedar ni Papa, ni rey, ni obispos, ni jueces, ni sacerdotes.