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El odio de la huerta le asesinaba un hijo, y ahora aquel ladrón le mataba su caballería, adivinando lo necesaria que era para su existencia. ¡Cristo! ¿No había ya bastante para que un cristiano se perdiese?... Y no razonó más.

Se acercaba para el día de la marcha; el tiempo de licencia concluía; de Cádiz me mandaban recados urgentes. Aquello de pasarme cuatro o cinco años seguidos en el mar, me parecía muy duro. Mi madre se lamentaba al mismo tiempo de que tuviese que ir y de que perdiese una plaza tan buena. No sabía a quién dirigirme, y se me ocurrió, medio en serio, medio en broma, ir a consultar a Quenoveva.

Tal vez fuiste , ¡indina! que cansada de hacerme sufrir, acortaste el camino para que yo perdiese el miedo... Y dende entonses no hay en Jerez y en too su campo hombre más feliz y más rico que Rafaé, el aperador de Matanzuela... ¿Ves a don Pablo Dupont con toos sus millones? Pues a mi lao, ¡!; ¡cerato simple! Y toos los demás cosecheros ¡!

Todo lo oía Camacho, y todo le tenía suspenso y confuso, sin saber qué hacer ni qué decir; pero las voces de los amigos de Basilio fueron tantas, pidiéndole que consintiese que Quiteria le diese la mano de esposa, porque su alma no se perdiese, partiendo desesperado desta vida, que le movieron, y aun forzaron, a decir que si Quiteria quería dársela, que él se contentaba, pues todo era dilatar por un momento el cumplimiento de sus deseos.

Pero esto mismo le animaba y le hacía ser más tenaz en sus propósitos. Al fin, ¿qué había perdido? Igual estaba ahora que antes de entrar en el negocio. Lo que había ganado en la Bolsa justo era que en la Bolsa se perdiese. Además, que le quitasen lo mucho que se había divertido gastando el dinero a manos llenas.... ¡Adelante! El buen carretero vuelca muchas veces en un bache insignificante.

Ya en esto, volvían los criados del canónigo, que a la venta habían ido por la acémila del repuesto, y, haciendo mesa de una alhombra y de la verde yerba del prado, a la sombra de unos árboles se sentaron, y comieron allí, porque el boyero no perdiese la comodidad de aquel sitio, como queda dicho.

No le exigían que se fuese de la taberna, librándolos de su presencia odiosa; le ordenaban con amenaza de muerte que abandonase sus tierras, que eran como la carne de su cuerpo; que perdiese para siempre la barraca donde había muerto su chiquitín, y en la cual cada rincón guardaba un recuerdo de las luchas y alegrías de la familia en su batalla con la miseria.

Malo era que su hija se perdiese y malo también que, tratando con señores, en vez de traer dinero a casa, se empeñase, y tuviese que pasarse las noches haciendo pitillos de encargo para poder comer. ¡Y mucho de flores! ¡Y mucho de chambras con puntillas! ¡Qué necesidad!

Miguel, que caminaba silencioso, con el deseo de alejarse cuanto antes, buscando la soledad absoluta, tuvo que detenerse al ver que ella había hecho lo mismo. Se anticipaba á sus pensamientos: no quería ir más lejos. Necesito recompensarte murmuró . Te dije que al venir ganarías de todos modos, aunque yo perdiese. Toma... toma.

Y sacó el lazo por encima de sus hombros; pero al ver que el joven permanecía inmóvil, como si en su presencia perdiese toda iniciativa, le presentó la mano derecha con una majestad cómica: Bese usted, mister Watson, y no sea mal educado. Aquí en el desierto va usted perdiendo las buenas maneras que aprendió en su Universidad de California.