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En la presente historia, donde, según el título lo indica, los más importantes personajes, cada uno por su estilo, van a pasarse de listos, pecaré, sin poderlo remediar, contra lo que el crítico quiere. La culpa, si la hay, porque me resisto a declararme culpado, está en la elección del asunto.

Repito que, como el mundo va de prisa, dentro de un par de siglos se necesitarán 40; mas por lo pronto, ya está aviado el que pasa de los 20. ¡Qué estorbo tan horrible en los grados que le sobran! El sentido más hondo, más filosófico, más trascendental de la frase pasarse de listo consiste en esta superioridad lastimosa. Todos los tiros que se disparan se escapan por cima del blanco.

Empezó por hacerse excesivamente devota, y tal era su mojigatería, que abandonaba á su marido y su casa para pasarse todo el santo día entre monjas, padres graves, cofrades, penitentes, sin ocuparse más que de rosarios, escapularios, letanías, horas, antífona y cabildeos.

Susana había sido amiga de mi tía, antes de ser su cocinera. Reñían diez veces al día, pero ninguna de las dos podía pasarse sin la otra. No se me creerá con facilidad, si digo que Susana quería sinceramente a mi tía; sin embargo, es la pura verdad.

Creo adivinarlo. El señor de Bevallan es muy rico, debe traer una fortuna casi igual á la suya, esto parece ser una especie de garantía; él podría pasarse sin este aumento de riqueza: se le presume más desinteresado porque es menos necesitado. ¡Triste argumento! ¡Enorme engaño es medir por el grado de la fortuna, el grado de venalidad de los caracteres!

Tan pronto sentía en su espíritu, sin saber por qué ni por qué no, frenético entusiasmo por los derechos del hombre; tan pronto se le inundaba el alma de gozo oyendo decir que el Gobierno iba a dar mucho estacazo y a pasarse los tales derechos por las narices.

Llega al campamento enemigo el infante Don Enrique, huyendo de Portugal, en ninguna de cuyas poblaciones lo han querido recibir por ser adversario del rey de Castilla; su plan es pasarse al partido de los moros para tomar venganza de su hermano.

Aspirando la una, podían pasarse «las horas muertas» contando las pedrezuelas relucientes del fondo de la otra. ¡Placer bien primitivo y candoroso ciertamente! Pero era un placer, al cabo, para quien no había hallado otro equivalente entre los refinados artificios del mundo; y por eso sin duda, le daba ya tan alto precio en aquellas bravías soledades.

Se calmó un poco al oír las dulces razones de Genoveva y acabó por enviarnos al padre Tomás, sin cuya opinión no podía pasarse en semejante caso. La cosa se sale tanto de las conveniencias... murmuró la pobre abuela consternada. En verdad, no si estáis locas o si soy yo la que no está en el movimiento de ideas moderno... ¡En qué siglo vivimos!...

Vamos, Celestina, dinos lo que piensas de San Pablo continué dirigiéndome a la anciana, que se obstinaba en pasarse la mano por las narices como para quitarse una humedad molesta. Pienso respondió la aludida, a la que halagaba la atención de que era objeto, pienso que Dios ha enviado a San Pablo para impedir que las jóvenes se pierdan casándose.