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González de la Riva, acostumbrado a las transacciones de la política y a los cabildeos del salón de conferencias del Congreso, quiso desde luego arreglar pacíficamente el asunto y empleó para ello aquella facundia persuasiva que todo el mundo le reconocía. Sus frases aliñadas, todas sus habilidades parlamentarias se estrellaron contra la resuelta y arrogante decisión de los padrinos de Aldama.

Como cada barrio está bajo la advocación de algún santo, excuso decir á mis lectores que cuando el calendario señala sus nombres hay sus correspondientes pintacasis. En la fiesta en que realmente se echa el resto es en la del pintacasi del pueblo. Meses antes del en que se celebra aquella principian las juntas, los cabildeos, los proyectos y los preparativos.

Cabildeos por acá, reuniones por allá, ofertas de este lado, súplicas del otro, grupos en aquel rincón, voces en este pasillo, citas a deshora, carruajes que van, personajes que intervienen.... Y entretanto, la prensa hablando de crisis; refiriendo idas y venidas; resultados que se esperan; fines que se temen; bofetones que se dieron, y lances de honor que se arreglan.

Fueron noticias circunstanciadas a Bayona, vinieron órdenes y planes de conducta, hubo infinitos cabildeos, mezcláronse algunas mujeres, salieron subrepticiamente fusiles de la Fábrica, sustraídos por algunos operarios carlistas; hízose acopio de boinas blancas y polainas; por último, cierta noche salieron al campo como unos treinta jóvenes, en su mayoría estudiantes y seminaristas, a cuyo frente se puso el presidente de la junta, don César Pardo, a quien hemos tenido el honor de conocer al final del capítulo tercero de esta narración.

Había que pagar a la modista; la idea de que ésta podía decir la verdad a sus parroquianas, todas señoras distinguidas, horrorizaba a la viuda, a pesar de que no tenía la menor amistad con ellas. Y a fuerza de cabildeos, acabó por encontrar la solución. La tenía al alcance de su mano. Juanito, propietario y mayor de edad, era la firma con garantías que ella necesitaba.

Tal vez iba á Mónaco; tal vez su hombre de ciencia la aguardaba en alguna callejuela de Monte-Carlo. La duquesa se fué á la fábrica dijo sonriendo . Debe estar ya en pleno trabajo. El Casino era «la fábrica» para los jugadores, y llamaban de buena fe «trabajar» á sus angustias y cabildeos en torno de las mesas.

Inspección del barrio. La cama del Juez mayor. Cincuenta y dos días de bailujan. El buisan. Los pintacasis. Juntas y cabildeos. Triunfo de la Liceria y de la Chananay. Aliño de un teatro en Tayabas. El cómico de la legua. ¡Ojo con los empresarios! Un día de buen comer. Preparativos de cuaresma. Lapasan. El vino en vaso y el coquillo en tabo. El tapatan mang pasion. Moros y cristianos.

Después de carreras, exclamaciones y cabildeos, bajó la criada a abrir la puerta, y subió al punto diciendo: Que aquí está el tutor de la señorita Carmen. La señora de la casa, tan espavecida corno si la hubiesen dicho: «Dése usted presa», contestó con un leve esbozo de sonrisa: Que pase..., que pase....

Empezó por hacerse excesivamente devota, y tal era su mojigatería, que abandonaba á su marido y su casa para pasarse todo el santo día entre monjas, padres graves, cofrades, penitentes, sin ocuparse más que de rosarios, escapularios, letanías, horas, antífona y cabildeos.

No había, pues, otro remedio que tomar los acontecimientos como se presentaran. Y llegó así el día fatal; y aunque los cabildeos y la efervescencia no cesaron un instante, y don Simón votó con tal ira y tal ímpetu que arrancó carcajadas a las tribunas, el Gobierno perdió el pleito; y como no tenía a la mano un decreto dado por la regia prerrogativa, dióse por muerto y presentó su dimisión.