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A fe de hombre honrado respondió la aludida, lo prometo. Y la incorregible niña mimada se repantigó cómodamente en un sillón para escuchar mejor. Francisca asegura que su moral no está a gusto más que cuando su físico no sufre ninguna molestia. «Pedro Marcelier, Registrador de la Propiedad en Santa Rosa, a una persona desconocida. »Caballero o señora: »Empiezo por presentarme.

¡No soy tu mamá! gritó la aludida, y luego volvió rápidamente a su dormitorio y cerró violentamente la puerta. Continuando los preparativos, sacó del cuarto ropero un gran baúl y empezó a empaquetar su equipaje con enfadosa y colérica rapidez.

¡Ay! respondió la aludida, mis pretendientes no cesan de correr... Señorita dijo yendo a arrodillarse delante de la Melanval, ¿no tiene usted una liga por pequeña que sea, que se ocupe de las jóvenes casaderas?... Si no la hay debiera haberla... Sería cien veces más útil terminó levantándose, que todas esas ligas que fastidian a todo el mundo...

Pero en el mismo instante la aludida se alzó bruscamente de la silla y salió de la sala. El artista, detenido en los comienzos de su discurso, la miró alejarse con sorpresa y dolor.

La aludida en ellas desaparece también, metiéndose furibunda por lo más espeso de la columna de humo que sigue saliendo de la cocina, después de haber despedido á su suegra con estos piropos: ¡Bruja, brujona!... vaya á discurrir los cuentos que le ha de decir al mi marido... ¡chismosa, infamadora!

La aludida dio media vuelta rápidamente, para ocultar el rubor que teñía sus mejillas, aun a través del colorido postizo de las de su profesión, y la madre Shipton rogó a Flora que guardase silencio. Al regresar don Jorge de su penosa e inútil exploración en busca del camino, oyó el sonido de una alegre risa que el eco repitió varias veces.

La aludida en ellas desaparece también, metiéndose furibunda por lo más espeso de la columna de humo que sigue saliendo de la cocina después de haber despedido á su suegra con estos piropos: ¡Bruja, brujona!...; vaya á discurrir los cuentos que le ha de decir al mi marido...; ¡chismosa, infamadora!

En la entrevista aludida manifestóme el Cónsul Pratt, que no habiendo los españoles cumplido con lo pactado en Biak-na-bató, tenían los filipinos derecho á continuar de nuevo su interrumpida revolución, induciéndome á hacer de nuevo la guerra contra España, y asegurando que América daría mayores ventajas á los filipinos.

Por eso mismo replicó Sagrario, golpeando a la aludida en un hombro con el abanico cerrado , he comenzado por advertirla que se lo cuento para evitarle la sorpresa del hallazgo de ello; porque ha de saltarle a los ojos, más tarde o más temprano, eso que yo tengo por uno de los bocadillos más sabrosos de la mesa de nuestro mundo... ¡Caramba, y qué bien salió este parrafejo! ¿Si iré para literata sin notarlo?... Con franqueza, Beronic..., y perdona , Leticia, si hallas algo shocking la despreocupación: después del placer de ser codiciada de los hombres de buen gusto, no hay otro que más halague mi vanidad que el ser envidiada y aborrecida de las mujeres elegantes.

Que pide a usted perdón por venir a sorprenderla de este modo; pero esta aturdida de Eva, mi más querida amiga, tenía empeño en serle a usted presentada. Mucho apoyó claramente la aludida; me han dicho muchas veces que me parecía a la tía Liette, e ignoraba si esto era un cumplimiento... Veo que lo es.