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Tomaba yo el portante, y cuando salía muy contrariado y mohino, al detenerme en la puerta para quitar la aldabilla, sentía yo en pos de las miradas de la huérfana. Más de una vez me volví rápidamente, y siempre logré sorprenderla en momentos en que me veía con cariñosa curiosidad. Después de vagar una o dos horas por los callejones o en la alameda de Santa Catalina, volvía yo a casa.

Difícil para montar me dijo un criado de caballeriza, guiñando el ojo. Lo veo, muchacho, pero voy á sorprenderla, mira. En el mismo instante me senté en la silla sin tocar el estribo, y en tanto que Proserpina reflexionaba en lo que sucedía, me afirmé sólidamente.

Miguel permanecía en el Casino horas y horas, cerca de la mesa de ella, atisbando una ocasión propicia, sin poder conseguir mas que breves conversaciones en un descanso del juego ó al tomar el en el bar de los salones privados. Una mañana fué á sorprenderla en su «villa». Eran las diez. Encontró á Valeria, que acababa de ponerse el sombrero y parecía contrariada por esta visita.

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¡Oh!, no tanto..., no tanto como usted se figura, don Máximo... Hoy por hoy con la escasa guarnición que tenemos no sería un imposible ni mucho menos el sorprenderla... ¡Cuántas veces he pensado, haciendo la guardia de noche, que treinta hombres decididos me podían poner en un apuro!... Si lograsen entrar, la cosa estaba resuelta, bien pueden ustedes creerlo...

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