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El licenciado Cosme Gómez Tejada de los Reyes compuso un número considerable de autos, especialmente al Nacimiento. Parte de los mismos existen impresos en un tomo que lleva el título de Noche-Buena, autos al Nacimiento del Hijo de Dios: Madrid, 1661.

Desgraciadamente, sin saber él mismo por qué, la convicción de que su esposa le estaba engañando, entraba en su alma y se enseñoreaba de ella. Cuando había venido a Tejada a pie, hacía dos meses escasos, esta convicción no quería entrar. Por mucho que hacía para convencerse de que la delación del periódico era verdad, su mente y su corazón se negaban a darle asenso.

Mandó, sin embargo, al criado a la de Belinchón, a preguntar qué sabían de su sobrino. Enteróse el criado inmediatamente de lo acaecido, pero no se atrevió a decírselo a su señor. Le trajo el recado de que Gonzalo se hallaba en Tejada bueno. Pasó aquel día así.

No habría allí quien tuviese más fuerza que le dijo ella comiéndolo con los ojos. ¡Oh, ! No era de los más flojos; pero todavía había algunos de más fuerza respondió él con modestia. Había desaparecido la cortedad de ambos. Tornaba aquella dulce fraternidad de antes. Gonzalo descansaba sobre el lecho con los brazos fuera. En cuanto se viera fuera de él, y con ánimos, se iba a Tejada.

Era necesario cambiar de vida, para evitar nuevos ataques. Pensaba dedicarse a la caza con ahinco. Montaría además un gimnasio en el sitio más adecuado de la casa. En fin, se prometía ser otro hombre así que curase del todo. Cecilia aplaudía aquella decisión; prometía ir con él algunas veces. Gozaba mucho más en Tejada que en Sarrió. Había nacido para aldeana. El se reía de aquellos propósitos.

Pero qué mucho, si es aqueste el doto Y grave DON FRANCISCO DE FARIAS? Este, de quien yo fui siempre devoto Oraculo y Apolo de Granada, Y aun deste clima nuestro y del remoto, PEDRO RODRIGUEZ es. Este es TEJADA, De altitonantes versos, y sonoros Con magestad en todo, levantada. Este, que brota versos por los poros, Y halla patria y amigos donde quiera, Y tiene en los agenos sus tesoros,

Después de tomar chocolate, partieron los novios para Tejada. Era ésta un posesión situada a una legua próximamente de la villa, donde el genio de don Rosendo, secundado por el dinero, había tenido ocasión de desenvolverse libremente y dar prodigiosos frutos.

Ramón, vas a llevarme ahora mismo a Tejada a todo escape. El cochero le miró con sorpresa. ¿Se ha puesto peor la señorita? Me parece que respondió metiéndose en el coche. Para antes de llegar... en la revuelta del molino, ¿entiendes? Teme asustar a la señorita, ¿verdad? preguntó el cochero con gran penetración. No contestó.

A esa hora se retiró a casa y don Rosendo también, el cual encontraba a su yerno harto distraído y preocupado. Gonzalo se disculpaba diciendo que le irritaba mucho la bilis la conducta de los amigos de Maza. Fuéronse a dormir. A eso de las once, cuando todo estaba en silencio, nuestro joven salió sigilosamente de casa y emprendió a pie por el camino de Tejada.

¿Cómo? ¿De veras? preguntó éste con alegría. ¡Oh, buen trabajo me ha costado! Estaba furiosa. ¿Y tu papá? Papá aún no sabe nada; pero cederá también... ¡Vaya si cederá!... La receta no puede ser más eficaz. ¿Qué receta? La que he empleado... La cosa se había puesto tan fea, que ya estaba resuelto que no volvieras más a casa. A me mandaba a Tejada en castigo.