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Hasta se levantó de su asiento, abandonando el juego para oir al coronel. Quiso llevárselo al bar, afirmando que ante un whisky se habla mejor, y Toledo adivinó por su aliento que ya llevaba bebidos algunos para celebrar su buena suerte. Lewis estaba dispuesto á servir á su amigo Lubimoff.

Ni es necesario fijar aquí el tiempo empleado en el descenso; está inscrito en las crónicas de Bar Sansón. Sólo diré que al cabo de un momento, pareciole a Federico que le salpicaba el barro de las inundadas orillas de Rattlesnake-Creek.

César se precipita sobre Chadd y le da una lección que la Casa Marvitz no había previsto. Pasada una hora, Chadd despierta: Oye, amor mío... ¡Para la próxima lección vendrás más tempranito! Por la noche, en el Colbert's Bar, el joven barón Latripe charla con su parásito Gemblin, saboreando un cock-tail rosa. LATRIPE. , amigo mío. He conquistado a la pequeña Chadd, y de balde.

Dile añadió Federico sonriendo débilmente, dile que San Nicolás ha venido. Y de esta manera, manchado de lodo y sangre, casi desnudo, anonadado, andrajoso, con un brazo colgando inerte a su lado, San Nicolás llegó a Bar Sansón, y cayó desfallecido en el umbral de una mísera vivienda.

Todo fluctuaba ante sus ojos, y el río, la montaña y la temprana aurora giraban a su alrededor con velocidad vertiginosa. Entonces los cerró, concentrándose en mismo para recobrar la conciencia que empezaba a vacilar. En aquel breve intervalo, por algún fantástico procedimiento mental, el cuartito de Bar Sansón y el grupo del padre e hijo dormidos, apareció a su vista.

El mismo señor Perrín abandonó el Bar con cincuenta pesos en el bolsillo, única cantidad que alcanzó a realizar de las grandes sumas que llevaba ganadas en el lucrativo y arduo ejercicio de su negocio.

Es que quisieron venir, te digo. He aquí lo que debe esperarse de esta canalla del Bar. Una carcajada homérica siguió a esta desgraciada manifestación. En este momento, sea que fuera oída la risa en la cocina, o que la iracunda compañera del viejo hubiese apurado todos los restantes modos de expresar su desprecio e indignación, lo cierto fue que cerraron una puerta trasera con gran estrépito.

¿Ha visto usted últimamente á doña Enriqueta? ¿Me pregunta usted por la Infanta? contestó el coronel gravemente . ; ayer la encontré en el atrio del Casino. ¡Pobre señora! ¡Si esto no es una lástima!... ¡Una hija de rey!... Me contó que sus hijos no tienen qué ponerse. Ella debe doscientos francos de cigarrillos en el bar de los salones privados. No encuentra quien le preste.

Aún exhala un viejo olor el cristal: guardó una flor que aún exhala un suave olor... Dió la flor una griseta y dejó su alma el poeta en la flor de la griseta. Una noche dolorosa robó la envidia la rosa en la noche dolorosa... Y dió fama a su bohemia el pobre. ¡Sangre y blasfemia dieron gloria a su bohemia! Volvió al "bar", pidió más vino, y, negro ya su camino, en el "bar" bebió más vino.

Demostró su audacia cuando en el salón de las Arcadas se lanzó desesperado al través del Bar, descargando su revólver contra la muchedumbre, llegando así hasta el Cañón del Oso; pero al extremo de éste fue detenido por un hombre pequeño montado en un pequeño caballo. Miráronse un momento en silencio.