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La aludida en ellas desaparece también, metiéndose furibunda por lo más espeso de la columna de humo que sigue saliendo de la cocina, después de haber despedido á su suegra con estos piropos: ¡Bruja, brujona!... vaya á discurrir los cuentos que le ha de decir al mi marido... ¡chismosa, infamadora!

Y Currita se enterneció otra vez, emboscando entre sus nuevas lagrimitas este ruego inocentísimo: Lo único que pido es que escriba usted mismo a la señora la verdad de lo que está pasando... ¡Le tengo un miedo a los enredos, a los chismes de este Madrid!... ¡Esa Isabel Mazacán es tan chismosa... me tiene una envidia!...

Y otras veces: La mujer del carretero, una verdadera chismosa. La granjera del Quejigal, una ricacha, pero más mala que un dolor... La huérfana sentía pesar sobre ella todas aquellas miradas inquisitoriales que investigaban su sencillo traje, inventariaban su pobre mueblaje y observaban sus menores gestos con la astuta malevolencia de los rurales para con «los de la ciudad».

Le creía apasionado, celoso y tal vez enterado de todo, porque nunca falta gente chismosa que se deleite en dar ciertas noticias. Derrotado y huido de su patria, Pedro Lobo debía de estar más feroz que nunca, y Rafaela temía, sino ponía en salvo a Arturito, apartándole de , que ocurriese a éste un lastimoso percance.

¿Ves ese me decía que se tambalea sobre las piernas, y lleva la cara metida hasta las narices en un sombrero viejo, mal calzado y peor vestido? Pues es un hombre muy honrado; tiene siete hijos, y el mayor, con quien gastó la mitad de su pobreza para librarle de la cárcel en que le metieron por haber dado una paliza á su vecino, después de casado le puso pleito y le embargó la pobre choza que le quedaba, porque no le devolvió una corta suma el mismo día en que venció el plazo del préstamo.... Hoy se habría muerto de hambre y de pena si yo no le hubiera dado el dinero para salir de su apuro. Ese otro jaquetón, tan planchado y que parece un señor, es un trapisondista capaz de pegársela al lucero del alba. Repara bien en esa mujer que nos ha saludado con voz melosa y sin levantar los ojos del suelo; pues es una bribonaza, chismosa, enredadora y capaz de beberse á toda su casta: apostaría una oreja á que lleva la botella del aguardiente debajo del delantal. ¡

La aludida en ellas desaparece también, metiéndose furibunda por lo más espeso de la columna de humo que sigue saliendo de la cocina después de haber despedido á su suegra con estos piropos: ¡Bruja, brujona!...; vaya á discurrir los cuentos que le ha de decir al mi marido...; ¡chismosa, infamadora!

Nuestra tertulia era muy inocente; bien puedo sostener que más inocente que la de doña Inés. ¿Cómo evitar, no obstante, que doña Inés supiese y hasta creyese de buena fe mil abominaciones, excitada por esa chismosa de Crispina, que todo lo huele y cuando no lo huele lo inventa?

Este intercambio de elogios, traídos y llevados incesantemente, va haciendo paulatinamente su obra, predisponiendo los espíritus y encauzándolos en una tibia atracción, cuya mayor temperatura sucesiva se producirá con el trato y el trabajo continuo y vigilante del «gancho». En el fondo la casamentera viene a ser, con sus repetidas ponderaciones de él a ella y de ella a él, una chismosa del bien, si vale expresarse así.

Lo que usté me está quitando todos los días es el crédito, ¡chismosona, mas que chismosa!; y si no fuera por dar al diablo que reir, ya la había arrastrao por las escaleras abajo. Capaz serás de hacerlo, ¡bribonaza!; que la que no quiere á sus hijos, mal puede respetar las canas de los viejos.

Esta es la explicación, y me alegro de haber salido de ella; las manchas de honrada familia son asunto delicado, pero lo cierto es que la transmisión por herencia, de que tanto se habla, es la chismosa mayor y más temible que existe; para ella no hay discreción ni secreto que valga, y a lo mejor inscribe las notas más escandalosas en la «Guía de los Pares