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Y bien se conocían, sin que él los ponderara, los chamuscones que se había dado, porque apestaba desde lejos a humo de cocina, y tenía la piel como los chorizos curados y hasta con hollín. Mari Pepa no veía motivos para tantas ponderaciones: aquel temporal había sido como otros muchos que habían pasado y que pasarían.

Don Pedro Nolasco hacía temblar las paredes con el estruendo de sus ponderaciones de lo recio y de lo crudo del temporal. No recordaba otro como él de muchos años atrás. Había estado como sin sangre en aquellos días, y no hubo durante ellos lumbre que alcanzara a meterle en calor.

Pero no poner en los Prólogos sino escusas, ponderaciones de su trabajo, y dexar á los lectores para que juzguen si ha cumplido, ó no con la empresa, son exâgraciones que ocasiona el amor propio. ¿Pues qué dirémos de los perdones que piden?

Oyendo estas ponderaciones orgullosas, Fortunata se echaba a pensar qué cosa tan empingorotada sería aquel destino del papá de su amiga. Pero lo mejor fue que en la conversación salió de repente una cosa interesantísima. Manolita conocía a los de Santa Cruz. ¡Vaya!, si su marido, Pepe Reoyos, era íntimo, pero íntimo, de D. Baldomero. Y ella, la propia Manolita, visitaba mucho a doña Bárbara.

La tenían sin cuidado los tumultos que se armaban a cada instante en la casa porque el angelito no comía, o se descalabraba, o tosía ronco, o se retorcía cárdeno y pataleaba con un dolor de tripas; las ponderaciones que de su imaginada hermosura se hacían delante de ella a parientes y amigos, que se guardaban muy bien de afirmar lo contrario, y hasta los injustos vituperios que se la enderezaban porque con sus juegos le quitaba el sueño, o no discurría cosa con gracia para entretenerle y alegrarle.

Ruego al lector que me entero crédito y que no imagine que son ponderaciones andaluzas, o que mis simpatías hacia Juanita me ciegan. Lo que digo es la verdad exacta, pura y no exagerada. Yo he estado en Villalegre, he visto algunos trajes hechos por Juanita y me he quedado estupefacto. Y cuenta que yo tengo buen gusto. Todo el mundo lo sabe.

Hombre interrumpió aquí mi tío que estaba presente, mientras Neluco se sonreía como si se burlara de las mismas ponderaciones que iba haciéndome, que veas a Promisiones, bien está; que conozcas de vista la casona de los Gómez de Pomar, pase también; pero que lo que queda allí de esa sangre vieja valga la pena de meter su jocico en aquel estragal un cabayeru como ... ¡pispaju! eso que lo niego a pies juntos.

Las ponderaciones que el buen padre hacía del carácter, de la habilidad, de la economía y buen gobierno de sus hijas no tenían fin.

Aunque no lo fueras, te reconocería cierto derecho ahora para dudar del desinterés de mis elogios; porque yo misma, con ser como soy, cuando he visto en algún libro entretenerse a la heroína en semejantes ponderaciones de un galán circunvecino, al punto me he dicho: «cogidita te tengo, clavadita me estásYa ves si soy franca, Virtudes.

En el cuerpo de las cartas sólo se trataba de las impresiones recibidas por cada firmante en la contemplación del retrato, «al natural», del hijo del otro, siendo muy de notar que cada padre extremaba las ponderaciones de su correspondiente sobrino, y ninguno de los dos mentía, porque es la pura verdad que Nacho y Nieves eran tal para cual, y, según decía Lucrecia a su hermano, «como nacidos el uno para el otro, a pesar de llevarle mi Nachito cuatro años a tu Nieves».