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Cerrábase el establecimiento lo mismo que una fortaleza, y se armaban el patrón y sus dependientes con trabucos y fusiles viejos guardados debajo del mostrador como herramientas profesionales. A esta guarnición uníanse los parroquianos de los ranchos inmediatos, que corrían a refugiarse con sus familias en el boliche, único edificio de ladrillo en muchas leguas a la redonda.

Si se cierra, romperán la puerta. Entonces, la dejamos abierta. ; dejadla abierta, y dejad abierta la escotilla. Nosotros, adentro. Desde la sobrecámara pudimos presenciar el alboroto del barco. Los chinos, sobre todo, armaban una algarabía infernal. Nissen recordó que el doctor Cornelius tenía guardado en su armario un alambique.

21 Los que hacían pecar al hombre en palabra; los que armaban lazo al que reprendía en la puerta; y torcieron lo justo en vanidad. 22 Por tanto, el SE

La tenían sin cuidado los tumultos que se armaban a cada instante en la casa porque el angelito no comía, o se descalabraba, o tosía ronco, o se retorcía cárdeno y pataleaba con un dolor de tripas; las ponderaciones que de su imaginada hermosura se hacían delante de ella a parientes y amigos, que se guardaban muy bien de afirmar lo contrario, y hasta los injustos vituperios que se la enderezaban porque con sus juegos le quitaba el sueño, o no discurría cosa con gracia para entretenerle y alegrarle.

Pregúntale a Villalonga; él es quien cuenta esto a maravilla y remeda los jaleos que allí se armaban. Paréceme mentira que yo me divirtiera con tales escándalos. ¡Lo que es el hombre! Pero yo estaba ciego; tenía entonces la manía de lo popular. ¿Y su tía, cuando la vio deshonrada, se pondría hecha una furia, verdad?

A los profanos se unían los bullangueros y voceadores, que entonces, ¡Santo Dios!, pululaban tanto como en nuestros felices días, y entre aquéllos y éstos y el torpe vulgo armaban tal algazara, que no cómo las Juntas y los Generales podían resistirla.

Tomaron Pepe Güeto y doña Manolita tal afición a los denuestos, improperios y pendencias, que cada día las armaban tres o cuatro veces. Esto había hecho pensar a doña Luz, porque quería bien a doña Manolita, y con esta ocasión leía las citadas comedias, después de haber releído otra de Shakespeare, donde se trataba el mismo asunto de manera más magistral.

Y se puso a describir con bastante gracia la vida matrimonial de su hija. Lo mismo ella que el marido eran un par de chiquillos mimosos, insoportables. Sobre si no la había pasado el plato a tiempo o no la había echado agua en la copa, sobre los botones de la camisa, o si no cepillaron la ropa, o tenía la ensalada demasiado aceite, armaban caramillos monstruosos.

Para guarecerse un poco de la cegadora luz que el polvo del camino les enviaba de reflejo despiadadamente, situábanse los pobres diablos junto al jardín, en la breve sombra del seto. ¡Y valiente barullo el que armaban, y asfixiante calor el que sufrían!

El sacristán, ayudado de tres monagos, las dos demandaderas de convento y un marica de la población, célebre por su pericia en vestir los santos, armaban un trajín insoportable sacudiendo con zorros y plumeros los retablos de los altares.