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Pues los veinticinco duros que te dio para D. Carlos, se los has dado a ese Frasquito Ponte para que pague sus deudas, y vaya a comer de fonda, y se compre corbatas, pomada y un bastoncito nuevo... Ya ves, ya ves, bribonaza, cómo todo te lo adivino, y conmigo no te valen ocultaciones. Si yo más que .

¡Yo cubijera!... ¡yo! aulló aquélla, transformándose repentinamente en una loba rabiosa. ¡, !... Y esa bribonaza que me habéis quitao de entre las manos, te corría los cubijos cuando tu probe marido supo lo que eras: esa te traía el aguardiente y te vendía los cuatro trapos para comprarlo.... ¡Y , matastes al infeliz á pesaumbres!

¿Ves ese me decía que se tambalea sobre las piernas, y lleva la cara metida hasta las narices en un sombrero viejo, mal calzado y peor vestido? Pues es un hombre muy honrado; tiene siete hijos, y el mayor, con quien gastó la mitad de su pobreza para librarle de la cárcel en que le metieron por haber dado una paliza á su vecino, después de casado le puso pleito y le embargó la pobre choza que le quedaba, porque no le devolvió una corta suma el mismo día en que venció el plazo del préstamo.... Hoy se habría muerto de hambre y de pena si yo no le hubiera dado el dinero para salir de su apuro. Ese otro jaquetón, tan planchado y que parece un señor, es un trapisondista capaz de pegársela al lucero del alba. Repara bien en esa mujer que nos ha saludado con voz melosa y sin levantar los ojos del suelo; pues es una bribonaza, chismosa, enredadora y capaz de beberse á toda su casta: apostaría una oreja á que lleva la botella del aguardiente debajo del delantal. ¡

Lo que usté me está quitando todos los días es el crédito, ¡chismosona, más que chismosa!; y si no fuera por dar al diablo que reir, ya la había arrastrao por las escaleras abajo. Capaz serás de hacerlo ¡bribonaza!; que la que no quiere á sus hijos, mal puede respetar las canas de los viejos.

Don Eugenio me lo ha contado, y don Eugenio no dice una cosa por otra. ¡Bribona! ¡Bribonaza! tartamudeó el señorito, iracundo, paseándose por la habitación aceleradamente.

Lo que usté me está quitando todos los días es el crédito, ¡chismosona, mas que chismosa!; y si no fuera por dar al diablo que reir, ya la había arrastrao por las escaleras abajo. Capaz serás de hacerlo, ¡bribonaza!; que la que no quiere á sus hijos, mal puede respetar las canas de los viejos.

Es una pinturera, eso , y me enreda mucho. Como que nació y se crió entre mujeres malas, que la enseñaron a fantasiar y a ponerse polvos en la cara. Cuando va por la calle, hace unos meneos con el cuerpo que... ya le digo que la deslomo, si no se le quita esa maña... ¡Ah!, ¡verás , verás, bribonaza!

Aplicó después su nariz chafada a la boca de la botella, diciendo con lastimera entonación: «No ha dejado más que el olor... ¡Bribonaza!, ya te daría yo bebida...». De la nariz de la coja pasó el cuerpo del delito a la de Sor Natividad y de esta a otras narices próximas, resultando, de la apreciación del tufo, mayor severidad en el comentario del crimen. «¡Qué asco!