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Sus brazos se abrieron; dejó el trozo de granito que oprimía con fuerza, abrió desmesuradamente los ojos... y desapareció. ¡Gracia! ¡gracia! ¡Dios mío! ¡me ahogo! aulló el fraile que se debatía entre las olas. ¡Cómo! dijo el oficial , ¡aun vive el impío! ¡fuego, pues, por Santiago!

¡Yo cubijera!... ¡yo! aulló aquélla, transformándose repentinamente en una loba rabiosa. ¡, !... Y esa bribonaza que me habéis quitao de entre las manos, te corría los cubijos cuando tu probe marido supo lo que eras: esa te traía el aguardiente y te vendía los cuatro trapos para comprarlo.... ¡Y , matastes al infeliz á pesaumbres!

Away! goddam, away! lascars gritó el capitán inglés, hermoso joven de veinticinco años que, habiendo perdido las dos piernas, se había hecho meter en un barril de salvado, para contener la hemorragia y poder mandar hasta el último momento . Away! goddam! repitió. ¡Fuego, ahora, fuego sobre el inglés! aulló Kernok. Entonces todos los ingleses se lanzaron sobre el brick.

Amarilla, amarilla... ¡Naranjas, rediós! aulló el pillastre y dio un tirón al pañuelo, preparándose a emprenderla a latigazos con sus compañeros. ¡Que me arrancas el brazo, bruto, y que no es eso!... Los demás pilletes ya se habían puesto en salvo y corrían por la carretera y el Espolón. ¡Venir! ¡venir! que no es eso... gritó la madre.

Fué en ese momento cuando Old, que iba adelante, vió tras el alambrado de la chacra a míster Jones, vestido de blanco, que caminaba hacia ellos. El cachorro, con súbito recuerdo, volvió la cabeza y confrontó. ¡La Muerte, la Muerte! aulló. Los otros la habían visto también, y ladraban erizados.

Herberto, es demasiada crueldad la tuya dijo llorando, demasiada crueldad... después de todo lo que he hecho para ayudarte. ¿No tienes lástima, no tienes... compasión? No, no tengo ninguna aulló. Quiero dinero, y debo obtenerlo. Me tienes que pagar mil libras en el término de una semana... ¿has oído? ¿Pero cómo puedo hacer eso? Espera y más tarde te daré esa suma, te lo prometo.

Á lo lejos desaparecía entre los árboles á todo correr un hombrachón que llevaba un lío en una mano y apoyaba la otra sobre el costado como si le dolieran los ijares de tanto reirse. ¡Vedlo! aulló el batanero. ¡Allí va! Vos me sois testigo, para dar con él en la cárcel de Chester. ¡Que se me lleva mi hábito! ¿Pero qué ha pasado aquí? ¿Quién es aquel hombre?

Nada temáis, señora, dijo cortésmente Roger. ¡Suelta, rufián! ordenó dirigiéndose á un arquero que había enlazado con su brazo el talle de la joven. ¡No la sueltes, Bastián! aulló un hombre de armas gigantesco, de luenga barba negra, cuya coraza brillaba á la tenue luz del farol más próximo.

Se precipitaron todos a la luz de los faroles y pudieron ver a la tartana completamente desmantelada, ¡a la tartana que perseguían desde la víspera! ¡a la tartana causa primera de todos sus desastres! ¡Por fin! aulló el capitán , la Santa Virgen nos protege y Dios es justo. ¡Vas a pagar, maldito, la muerte de nuestros hermanos! Y a pesar de la impetuosidad del viento, intentó sesgar.

Presentación no respondía. Sin embargo, la imagen expresiva de la bandera y de la gota de sangre debieron de enternecer un poco su corazón. Al cabo de un rato repitió por máquina y con menos fuerza: Que se vaya... que se vaya. Presentacioncita aulló de nuevo Timoteo, ¡quisiera morir por usted!