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Nada temáis, señora, dijo cortésmente Roger. ¡Suelta, rufián! ordenó dirigiéndose á un arquero que había enlazado con su brazo el talle de la joven. ¡No la sueltes, Bastián! aulló un hombre de armas gigantesco, de luenga barba negra, cuya coraza brillaba á la tenue luz del farol más próximo.

No lo soy de nacimiento, pero lo soy por enfermedad. Pues júntate conmigo: el constipado que me sueltes rechazará al que yo te suelte a ti... Ya sabes, querido: similia similibus curantur. ¿Y qué has hecho entonces en Constantinopla, embajadorcillo?... Yo creí que te traerías hasta las barbas del Sultán.

Vamos, Velázquez, no sueltes cosas que te pueden pesar... Estás acalorao y no sabes mismo lo que dices... Cálmate, que estos arrechuchos entre dos que se quieren no tienen importancia manifestó sensatamente el señor Rafael.

Y así que la tuvo cogida manifestó riendo: Dispensa, querida, la matraca que te he dado. Alguna que otra vez me suelen atacar estos arrechuchos y entonces me pongo insoportable, lo conozco; pero en seguidita me pasan y entonces no soy mal chico, ¿verdad, ? Lo único que te pido es que sueltes á escape esa cara de regidor ofendido y no me la vuelvas á enseñar en la vida.

No sueltes, por Dios, tales ideas delante de esos señores de la Pola que capitanea tu sobrino Antero, porque no concluirán de reirse de ti. ¿Qué valen nuestros tupidos castañares, ni tus rebaños lucidos, ni este aire puro de la montaña, ni esta luz radiosa que el cielo nos envía delante de esas altas chimeneas que tiñen de negro sin cesar la tierra y el firmamento?... Los tertulios sonrieron.

La víctima está en tus manos; no la sueltes; cébate en ella; sacia en ella tu sed de venganza.

Pues yo haré que con tu pena avives, Y tengas el hablar á buena suerte, Pues eres de los nuestros, no te esquives De hablarme y responderme, mira, advierte Que si callas, haré que con tu mengua Sueltes la atada y encogida lengua. Rocia el cuerpo con el agua amarilla, y luego le azota con un azote. Espiritus malignos, no aprovecha?

Está bien, hombre: se hará lo que se pueda, pero no llores más, ni sueltes esas oraciones, que pareces don Pablo, mi principal, cuando le hablan de Dios. Veré a Mariquita: le hablaré de ti: le diré a la muy indina lo que merece. ¿Qué; estás ya contento?... Rafael limpiábase los lagrimones, y sonreía con sencillez infantil, mostrando sus dientes cuadrados, de nítida blancura.

LINE. ¿Lo sabes...? No me quito mas que esto... ¡Tengo mucha prisa...! ¡No puedo dedicarte mas que media hora...! LIONEL. ¡Eso se dice...! LINE. ¿Cómo «eso se dice»...? No sueltes tonterías, querido mío. Tengo que estar de regreso en mi casa a las siete y media, y son las cinco. ¡Y debo pasar por casa de mi cuñada para preparar la coartada...! Mi cuñada no tiene hijos.