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La niña rezagada de nuestra historia seguía siempre, y aunque de lejos, las evoluciones de las que corrían, y frecuentemente, al encontrarse con alguna de ellas, corría también, como si se forjara la ilusión de que la perseguían al escondite o la disputaban el sitio a las cuatro esquinas.

Y el resultado de sus reflexiones fue anunciar que sólo le quedaban al mundo ciento cincuenta años de vida, pues había de perecer seguramente en 1656. Se nota en él dijo Ojeda algo de la exaltación feroz a los antiguos hebreos, que siempre que constituían nacionalidad, perseguían y degollaban por querellas religiosas.

Antonio Pérez, atendiendo á las virtudes que le distinguían y á los servicios que de él esperaba, y ahora recibía su fe y le acordaba protección contra los que le perseguían.

¡Oh, Miguel... Miguel! suspiró ella, librándose por un momento de la caricia para volver á someterse á aquellos labios que la perseguían con avidez. Hablaba como una vencida. Había vuelto de golpe á su pasado, estremeciéndose al contacto de tantas cosas olvidadas que una larga abstinencia hacía completamente nuevas. Esta boca ardorosa y dominadora la despertaba de un sueño que había durado años.

Habrá que ir más despacio dijo Martín. Efectivamente, comenzaron a marchar más despacio, pero al cabo de un cuarto de hora se oyó a lo lejos como un galope de caballos. Martín se asomó a la ventana; indudablemente los perseguían. El ruido de las herraduras se iba acercando por momentos. ¡Alto! ¡Alto! se oyó gritar. Bautista azotó los caballos y el coche tomó una una carrera vertiginosa.

También los muertos mandaban allí. Los fuertes perseguían a los débiles, y eran a su vez devorados por otros más poderosos; la misma historia de sus remotos antecesores en las aguas todavía cálidas del globo en formación. Todo igual, repitiéndose a través de centenares de millones de años.

En este sentido llegó a escribir un artículo luminoso que envió a los Anales de las ciencias naturales, ya que sus revistas El mundo orgánico y El mundo inorgánico no se publicaban hacía tiempo por falta de dinero. Desgraciadamente no fue posible insertarlo, ni allí ni en otra revista extranjera adonde lo remitió. Los celos de sus colegas le perseguían, como ha sucedido siempre en tales casos.

Isidro pensaba con terror en lo imposible que le sería franquear aquel obstáculo si le perseguían los guardas. Pero la impresión de miedo se amortiguó al mirar lo que le rodeaba. La sorpresa le hizo creer, por un instante, que estaba en un mundo nuevo. El salto de la tapia era como el tránsito de un planeta a otro.

De tal manera exasperó esta cruel conducta del Maestre de Campo á todas las naciones de Puelches y Moluches, que tomaron al punto las armas contra los españoles, quienes se vieron de repente atacados desde las fronteras de Córdoba y Santa , todo á lo largo del Rio de la Plata, frontera de 400 leguas; de modo que les era imposible defenderse, porque los indios se echaban en pequeñas partidas volantes sobre muchas villas y caserias á un mismo tiempo, y la luz de la luna impedia el descubrir su número; y así mientras los españoles los perseguian por una parte, dejaban los demas sin resguardo.

Pero sus palabras resonaban noche y día en sus oídos, le perseguían, le dolían como crueles latigazos. Conocía algunos razonamientos de los herejes; aquellos que los libros de teología traían, y que el autor, con la autoridad de los Santos Padres, refutaba siempre victoriosamente. Sabía de la existencia de los racionalistas, pero sus noticias eran deficientes y vagas.