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Cogió la caja de fósforos, dispuesta a encender, para recrear su vista en el tesoro; mas por no despertar a Doña Paca, cuyo sueño era muy ligero, dejó para la mañana el examen de tantas maravillas... Pasado un rato, no tardó en reírse de su ilusión, diciéndose: «¡Pues no soy poco lila!... Es todavía pronto para que traigan eso...». Al amanecer, despertose al ladrido de dos perrazos blancos que salían de debajo de las camas; sintió la campanilla de la puerta; echose al suelo, y en camisa corrió a abrir, segura de que llamaba algún ayudante o gentilhombre del Rey de luenga barba y vestido verde... Pero no era nadie; no había ser viviente en la puerta.

Rebuscaba sus palabras, se atusaba el bigote, un bigote de antiguo germano, con los extremos caídos; se echaba atrás, con aire de inspirado, la luenga cabellera rubia, en la que apuntaban las canas.

Eran dos valentisimos tercetos Los espaldares de la izquierda y diestra, Para dar boga larga muy perfetos. Hecha ser la crugia se me muestra De una luenga y tristisima elegia, Que no en cantar, sino en llorar es diestra. Por esta entiendo yo que se diria Lo que suele decirse á un desdichado, Quando lo pasa mal, pasó crugia.

Los popes de negras túnicas y sombreros de copa sin alas transcurrían por las calles junto á los sacerdotes católicos ó al rabino de luenga hopalanda. En las afueras se veían hombres casi desnudos, sin otro traje que una zamarra de pieles, guiando rebaños de cerdos, lo mismo que los pastores de la Odisea.

Un anciano de venerable aspecto, de blanca y luenga barba, vestido de negro a la italiana, y acompañado sólo de otro de menos edad, que parecía ser su familiar o secretario, estaba rodeado de hombres y mujeres del pueblo, de esclavos negros y de muchachuelos vagabundos, que en ademán hostil le insultaban y amenazaban a gritos, llamándole marrano, enemigo de Cristo y perro judío.

Levantóse y asióme por la cabeza, y llegóse a olerme; y como debió sentir el huelgo, a uso de buen podenco, por mejor satisfacerse de la verdad, y con la gran agonía que llevaba, asiéndome con las manos, abríame la boca más de su derecho y desatentadamente metía la nariz, la cual él tenía luenga y afilada, y a aquella sazón con el enojo se habían augmentado un palmo, con el pico de la cual me llegó a la gulilla.

Luenga cortina mantenía en el local una atmósfera menos calorosa que la de la calle, y esta penumbra, como la ociosidad, convidaba a los dependientes a dormir sobre las piezas de tela. De vez en cuando encontraba en casa de Sobrino Hermanos a alguna señora rezagada, a alguna proscrita como ella.

Pero, con todo esto, llevado de sus pocos años y de su poca experiencia, pasó con ella adelante algunos meses, en los cuales le sucedieron cosas que piden más luenga escritura, y así, se deja para otra ocasión contar su vida y milagros, con los de su maestro Monipodio, y otros sucesos de aquéllos de la infame academia, que todos serán de grande consideración, y que podrán servir de ejemplo y aviso a los que los leyeren.

Era alto, más que el de Caórnica; de luenga y puntiaguda barba blanca, moreno de color, de nariz muy prominente y aguileña, ojos pequeñitos y verdes y cejas erizadas y blanquísimas; la cabeza cubierta con un alto gorro cilíndrico de piel de nutria, y todo el cuerpo, hasta los pies, con un capotón de paño ceniciento. Parecía un mago.

Está el cuitado como adolecido desde que tuvo el primer anuncio, que fueron las luces de la Santa Compaña. ¿Vió a la Santa Compaña? la vió.... Era una hueste muy luenga de ánimas en pena, todas vestidas de blanco. Pareciósele de noche en el Campo de la Iglesia. ¡Allá, en Viana!