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Pero si en lo que se refiere a la elección de asuntos, venció el amor a lo sobrenatural, en lo tocante a la manera de tratarlos y a la representación de la figura humana, prevaleció un sentido esencialmente realista.

Y, sin embargo, doña Juana le amaba con toda su alma; desde el momento en que le vió guardó su recuerdo, reposó en él, acabó en fin, por enamorarse; pero pura, y digna, y acostumbrada á las rígidas prácticas del convento, guardó su amor dentro de su alma, le combatió, le dominó si no le venció, y ni el mismo hombre amado pudo apercibirse de él, ni aun el confesor tuvo noticia alguna.

En suma, para no cansar más a mis lectores, acabaré por decir que don Acisclo recogió al fin el premio de sus fatigas. Las elecciones llegaron, y D. Acisclo venció en las elecciones. Don Jaime Pimentel salió diputado por una gran mayoría. Algunos quieren dar a entender que D. Acisclo hizo mil tramoyas y falsedades; pero nada se pudo probar, y por consiguiente no debemos creerlo.

En fin, doña Inés se dio a pensar y a repensar en lo muy preciosos que estarían sus niños con los trajes que Juanita les hiciese; venció la repugnancia que sentía contra ella, la llamó a su casa y le encomendó trajes para todos, según la edad y el sexo de cada uno.

Palmira, después que el emperador Aureliano venció á la gran Zenobia, decayó de su prosperidad y grandeza; pero tuvo un hijo, llamado Apeles, que ansió y consiguió restaurarla en su antiguo florecimiento. Apeles fué á la vez gran guerrero y gran artista. A la cabeza de sus compatricios y ayudando á las Legiones de Roma, venció á los persas, que habían acudido á apoderarse de su ciudad natal.

A don Álvaro, que no tenía con quién luchar, se le vino a la memoria la escena del columpio en que le venció el maldito De Pas.... «Pero ahora le tenía debajo de los pies». «Más valía maña que fuerza».

Venció Tres batallas con muy desigual número de gente, y en una de ellas un Emperador de Oriente, y mantuvo una guerra tanto tiempo en el centro de las Provincias enemigas; y últimamente atravesó con su exército desde Galípoli á Casandria, quemando y destruyendo cuanto se le puso delante. Nunca fué vencido, ni aun en pequeñas escaramuzas.

Continuaba Watson sus risas, y esta insistencia venció finalmente la fingida gravedad de la joven. Los dos unieron sus carcajadas; pero la señorita Rojas mostró á continuación un interés maternal, que le hizo enterarse minuciosamente de la vida que llevaba su amigo.

El Duque dejó caer la pistola y se cruzó de brazos, esperando la muerte, con una bravura llena de afectación y soberbia. Gonzalo avanzó precipitadamente, hasta ponerse a dos pasos de su adversario. En aquel momento una ola de sangre le cegó. Su temperamento de atleta venció repentinamente a las sugestiones de la razón.

El Duque, remiso en embarcar en la armada sin los soldados, bien que entendiera que nada tenía que hacer en los Gelves, no quiso tampoco determinar por ni aceptar el consejo de Juan Andrea Doria, sin que otros jefes deliberaran sobre lo que ante todo convendría á la honra; y como todos juzgaran que debía acudir á su obligación en Sicilia, venció la repugnancia.