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Aurelio, que estaba en el aposento de su amada, sin abandonar la escena, dice: «Este es palacio: acá sale Neron, nuestro Emperador, Que lo permite el autor Que desta industria se vale; Porque si acá no saliera, Fuera aquí la relación Tan mala y tan sin razón Que ninguno la entendiera

Sonreía Lituca sin decir una palabra; mirábalo en silencio y pasmadote su abuelo; reíase de todas veras Neluco, y yo, haciéndome suma gracia aquellas espontaneidades de Mari Pepa, satisfacía muy gustoso sus deseos explicándola el destino de cada cosa y el de otras muchas que no estaban a la vista, poniendo especial empeño en describir el gabinete, para que lo entendiera bien Lituca, tal y como habría de ser después de concluido.

Pido a usted mil perdones, caballero, si he venido a importunarle, pero, usted conoce a mi sobrino, y por él conozco yo sus cualidades recomendables... Misia Casilda, francamente, no sabía cómo exponer el asunto que la llevaba, de modo que lo entendiera míster Robert y el buen nombre de Quilito no sufriera menoscabo. Esto es una consulta de médico, más bien insinuó sonriendo tristemente.

Así la más florida piedad de la benignidad de Dios-Hombre quiso que descollara la flor de clemencia en su ser; mas que se entendiera también que sobre lo duro de la vara se apoyaba su soberana blandura: Egredietur virga de radice Iesse, & flos de radice ejus ascendet, Isaiæ, 11. Sea, que lo florido triunfe; pero sépase que pasando por lo duro se ensalza.

El Duque, remiso en embarcar en la armada sin los soldados, bien que entendiera que nada tenía que hacer en los Gelves, no quiso tampoco determinar por ni aceptar el consejo de Juan Andrea Doria, sin que otros jefes deliberaran sobre lo que ante todo convendría á la honra; y como todos juzgaran que debía acudir á su obligación en Sicilia, venció la repugnancia.

Los rufianes hicieron la cuenta, y vino a montar de cena sólo treinta reales, que no entendiera Juan de Leganés la suma. Decían los estudiantes: -No pide más un ochavo. Y respondió un rufián: -No, sino burlárase con este caballero delante de nosotros; aunque ventero, sabe lo que ha de hacer. Déjese V. Md. gobernar, que en mano está...

Había llegado a dar más importancia al tesoro que a su vida. ¿Quieres que te diga dónde está el tesoro, para quedarte con él y luego matarme? solía decir por la noche . No, hijo mío, no. Nosotros, Smiles y yo, le decíamos que se entendiera con Ryp; yo, por mi parte, estaba deseando salir de allí, aunque fuera con las manos vacías. Allen no quería.

Desgraciadamente para , el señor de X., que debía divertirnos tanto, gran conocedor de convites, había tenido la habilidad de ponerse malo aquella mañana; el famoso T. se hallaba oportunamente comprometido para otro convite; y la señorita que tan bien había de cantar y tocar, estaba ronca, en tal disposición, que se asombraba ella misma de que se le entendiera una sola palabra, y tenía un panadizo en un dedo. ¡Cuántas esperanzas desvanecidas!

Pero si por un es caso golviésemos a más, yo les juro a esos figurones que tendremos una yeción. v Ido seguía corroborando, aunque no había entendido aquello de la yeción, ni lo entendiera nadie. Con tal palabra Izquierdo expresaba una colisión sangrienta, una marimorena o cosa así. Bebía vaso tras vaso sin que su cabeza se afectase, por ser muy resistente.

En cambio, la mayoría de los otros hombres no son el y el no, sino el qué yo; que no saben, ni sienten, ni viven, ni importan. ¿Qué tengo yo con ellos? ¿Por qué he de hablar el idioma de ellos? Usted es otra cosa. Yo desearía que usted entendiera mi idioma.