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Hinquéme de rodillas y dije: -Señor, en sus manos de V. Md. está mi remedio y mi venganza y mucho provecho de la república; mande V. Md. oírme dos palabras a solas, si quiere una gran prisión. Apartóse; ya los corchetes estaban empuñando las espadas y los alguaciles poniendo mano a las varitas. Con esto, el corregidor dio un salto hacia arriba, y dijo: ¿Y dónde están?

«Señor: V. md. debió de saber con cuánta lástima llegamos á este reino de los trabajos que v. md. padesce fuera del nuestro; pero ha querido quitárnosla con que veamos sus libros, que en ellos no cabe, y así se los volvemos á v. md., á quien guarde Dios. De la Posada, hoy martes. El Marqués de Cerralvo. El Marqués de Tavara

Yo, movido a risa, le dije: -Pues, en verdad, que por lo que yo vi hacer a V. Md. en el campo denantes, que más le tenía por encantador, viendo los círculos. -Eso -me dijo- era que se me ofreció una treta por el cuarto círculo con el compás mayor, continuando la espada para matar sin confesión al contrario, porque no diga quién lo hizo y estaba poniéndolo en términos de matemática.

A uno decía mi buen ayo: «Mañana me traen dineros»; a otro: «Aguárdeme V. Md. un día, que me trae en palabras el banco». Cuál le pedía la capa, quién le daba prisa por la pretina; en lo cual conocí que era tan amigo de sus amigos, que no tenía cosa suya. Andábamos haciendo culebra de una acera a otra por no topar con casas de acreedores.

Ella decía, cuando yo estaba delante: -Mi amo, por cierto que no hay servicio como el de Pablicos, si él no fuese travieso; consérvele V. Md., que bien se le puede sufrir el ser bellaquillo por la fidelidad; lo mejor de la plaza trae. Yo, por el consiguiente, decía de ella lo mismo y así teníamos engañada la casa.

»¿Qué cosa es que, siendo V. md. la gloria de nuestra nación, logre con tanta flojedad este timbre, que no se acuerde de la obligación en que le impone, para no dejar aventurado el lustre que á todos los españoles nos resulta en sus obras, en la contingencia de su desperdicio?

Porque los estudiantes tomaron la ensalada, que era un razonable plato, y mirando a mi amo, dijeron: -No es razón que donde está un caballero tan principal se queden estas damas sin comer. Mande V. Md. que alcancen un bocado.

Páginas Selectas de Eça de Queiroz Mi adorada amiga: No fué en la exposición de Acuarelistas, en marzo, donde tuvo conmigo el primer encuentro por decreto de los Hados. Fué en invierno, mi adorada amiga, en el baile de los Tressans. Fué allí donde la vi, conversando con Md.

Y si no fuera por dar pesadumbre, le contara a V. Md. lo que es; pero allá se verá, que agora lo pienso imprimir con otros trabajillos, entre los cuales le doy al Rey modo de ganar a Ostende por dos caminos.

Los rufianes hicieron la cuenta, y vino a montar de cena sólo treinta reales, que no entendiera Juan de Leganés la suma. Decían los estudiantes: -No pide más un ochavo. Y respondió un rufián: -No, sino burlárase con este caballero delante de nosotros; aunque ventero, sabe lo que ha de hacer. Déjese V. Md. gobernar, que en mano está...