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Respndió el César con palabras llenas de humildad que solo iba para darle obediencia, y mostrar la servitud que le debia, y juntamente para conferir con él el viaje que habia de hacer al Oriente. Con esta respuesta se sosegó Miguel, y mostró que gustaba de su venida. Envió luegó á recibirle con la benignidad y cortesía que convenia.

En cuanto al «loco bueno», como llamaban al pretendido emperador para distinguirle del otro, dió la última prueba de benignidad, al entrar al wagon, alargando la mano derecha á los viajeros para que se la besasen respetuosamente.

Condestable q. pienso ser allá vn dia desta semana, porq. he tenido cartas de España, y me instan mucho a q. llegue con breuedad a gozar de la permision q. su Mag.^d me ha dado por su benignidad y real ánimo, y mas le diga V. m. q. si no hallare posada, le suplicare me mande dar vna camera en su casa de Fontanableau, q. quanto menor será meyor por el tiempo, y q.^e cama yo me la terné.

22 Mas el fruto del Espíritu es: caridad, gozo, paz, tolerancia, benignidad, bondad, fe, 23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. 24 Porque los que son del Cristo, han colgado en el madero a la carne con sus afectos y concupiscencias. 2 Sobrellevad los unos las cargas de los otros; y cumplid así la ley del Cristo.

«Suplico á V. M., decía al primero, se acuerde de lo que por su grandeza y benignidad me tiene ofrecido tocante á la redención de mi mujer é hijos y á la restitución de mis bienes... Ya es llegada la hora y coyuntura de mostrar V. M. su natural de piedad en el caso más piadoso destos siglos, en el cumplimiento de su palabra real... Habrá V. M. hecho una obra en gracia del cielo, en gloria suya con las gentes, en mérito para con Dios... Porque el Rey de España pensaría que aquellos artículos y promesas habían sido ceremonia, y lo recibiría como por seguro y permisión de la ejecución de mi perdiciónAvisábale que Felipe II había de poner por condición en el tratado el indulto del Duque de Aumale, refugiado en Bruselas, y que nada más natural que estipular en cambio el suyo.

Todo esto persuade cuanto hay que sospechar siempre de la fidelidad de este linaje de hombres por lo cual los Serenísimos Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel después de haber probado todos los medios posibles de benignidad y rigor, siempre vanos si no se llegaba a cortar la raíz de tan mal fecundos daños, se resolvieron el año 1492, doscientos años hará presto, después de muchas consultas de Teólogos y Justicias, a aquel Decreto, tan desinteresado, celoso y católico, en que mandaron que dentro tres meses salieran de España los Judíos todos, so pena de muerte y confiscación de todos sus bienes, como latamente lo trae Paramo de origine Sancti Officii, Libro 2. tit. 2.

Acogió a Lázaro con benignidad, queriendo dar a sus facciones esa afabilidad de semblante con que pretende hacerse simpático quien sabe que no lo es, y echándole el brazo derecho sobre los hombros, le llevó hasta su cuarto, diciendo a los que le rodeaban: Llamaré cuando os necesite.

Interpretando la conducta de Ester como una apelación de esta naturaleza, la sociedad se hallaba inclinada á tratar á su antigua víctima con mayor benignidad de la que ella misma deseaba ó tal vez merecía. Los gobernantes de aquella comunidad tardaron más tiempo que el pueblo en reconocer la influencia de las buenas cualidades de Ester.

Como me inspiraban dolor y lástima, las trataba siempre con benignidad. Convengo en que la prostitución es una grande y hedionda úlcera. Pero, ¿qué culpa tiene la úlcera por pertenecer a un cuerpo corrompido, cuyo es manifestación franca y fatal resultado? Donde todo está prostituido, la prostitución femenina casi es loable, porque es un síntoma claro.

De la crasa ignorancia a la más grosera superstición, y, ayudando la benignidad del clima y la fertilidad del suelo en las regiones privilegiadas, de una en otra superstición hasta la más alta, de la más alta a la ciencia; del credo obligatorio al libre pensamiento, de la verdad revelada a la verdad demostrada; de la magia religiosa a la mecánica racional; de las palmas benditas al pararrayo; del milagro al vapor, al ferrocarril, al telégrafo, al teléfono; de la rogativa a la cirugía y los sueros; de la censura eclesiástica a la libertad de la prensa; de "la santa ignorancia" a la instrucción obligatoria, tal ha sido la marcha ascendente del espíritu humano, impelido por la necesidad de conocer el porqué de las cosas para conducirse enfrente de las cosas.