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Reíase de oír decir estas razones don Quijote; y, con mucho sosiego, dijo: -Venid acá, gente soez y malnacida: ¿saltear de caminos llamáis al dar libertad a los encadenados, soltar los presos, acorrer a los miserables, alzar los caídos, remediar los menesterosos? ¡Ah gente infame, digna por vuestro bajo y vil entendimiento que el cielo no os comunique el valor que se encierra en la caballería andante, ni os a entender el pecado e ignorancia en que estáis en no reverenciar la sombra, cuanto más la asistencia, de cualquier caballero andante!

La señora de López Moreno, gorda y majestuosa como las talegas de su marido, contraía sus gruesos labios para chupar un cigarrito de papel, y reíase maternalmente al ver a su hija Lucy, recién salida del colegio, dar pequeñas chupadas en el cigarro mismo de Angelito Castropardo.

Su negra y raída levita estaba arrugada por la incómoda postura que tuviera en el féretro. Era Tucker. Reíase y aplaudía de todo corazón... Esperaba yo que Tucker, una vez sentado en el féretro, bostezara y se desperezase... ¡Pues nada de eso!... Una vez sentado en el féretro, me dio un abrazo y me besó paternalmente, diciendo: ¡Oh mi querido sobrino! ¡Oh mi querido hijo!

Al entrar y salir; al dejar cada plato, o recogerlo, reíase el camarero, para su sayo, de la enamorada pareja española, que quería habitación aparte, para luego almorzar así, mano a mano, al halago de la lumbre. A fuer de francés de raza, el sirviente aprovechaba la situación, subiendo el gasto. Había presentado a Artegui la lista de los vinos, y se permitía indicaciones y consejos.

La maligna Amaranta reíase a hurtadillas de mi embarazo, y más atizaba con sus artificiosas palabras la inclinación y repentino afecto del inglés hacia mi persona. Hoy dijo lord Gray hay en Cádiz gran cuestión entre españoles e ingleses. No sabía nada exclamó Amaranta . ¿En esto ha venido a parar la alianza? No será nada, señora.

Solíamos contar a don Alonso cómo al sentarse a la mesa nos decía males de la gula, no habiéndola él conocido en su vida; y reíase mucho cuando le contábamos que en el mandamiento de No matarás metía perdices y capones y todas las cosas que no quería darnos, y, por el consiguiente, la hambre, pues parecía que tenía por pecado no sólo el matarla sino el herirla, según regateaba el comer.

Y recapitulando en su memoria lo que había leído u oído sobre la historia de los suyos, reíase de Carlos V el gran Emperador, que, al pasar por Jerez, había querido correr unas lanzas con los jinetes famosos de la tierra que no gustaban de combates de puro juego, tomándolos en serio como si aún luchasen con moros.

Doña Laura oyó las proposiciones de su hermano, no ya con indignación, sino con asco. El joven mismo, cuando ya despuntaba en la Universidad y tenía su barniz literario, reíase de su tío el ortopédico.

No obstante, refiere Montesinos en sus Anales del Perú que en 1525 se propuso Pizarro aprender a leer, que su empeño fué estéril, y que contentóse sólo en aprender a firmar. Reíase de esto Almagro, y agregaba que firmar sin saber leer era lo mismo que recibir una herida sin poder darla. Tratándose de Almagro el Viejo es punto históricamente comprobado que no supo leer.

Reíase a esto su madre de todas veras, mientras aseguraba yo a la vergonzosa que había sido mía la culpa, «y a mucha honra»; y de aquí tomé yo base para exponerles los proyectos que tenía: que no pensaran en volver a su casa en unos cuantos días, por no estar el tiempo para ello, y, sobre todo, por necesitarlas en la mía yo para una gran obra de caridad, y se resignaran las dos a acomodarse en mi gabinete, ya estrenado por Lituca.