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Aquel tour de force de reducir á ojivas, doseletes y columnas los caprichosos giros de una vegetación extravagante, parecióme pueril y necio. Reconozco el artificio, la rareza, la originalidad; pero niego el arte, la poesía, la propiedad, la belleza. Prefiero, pues, la fachada de San Pablo. Pasé por el Ochavo, lugar del suplicio de D. Álvaro de Luna.

No sólo apetecía cobrarse del debido salario, sino que le seducían principalmente unos ochavos roñosos llamados de la fortuna en el país, y que, merced a consideraciones muy lógicas en su mente infantil, le parecían preferibles a las piezas gordas. Las adquisiciones y placeres de Perucho los representaba generalmente un ochavo.

Dependientes pocos y buenos, tratados como de la familia, comiendo todos en la misma mesa, a estilo patriarcal. Y la casa adelante, siempre adelante, Queriéndose ellos mucho y amasando ochavo tras ochavo la fortuna para la vejez, en aquel nido estrecho atestado de fardos y piezas de tela.

A pesar de mi resistencia á todos los asaltos del mozo, me cogió un par de francos con una chuchería, más uno de propina por las reverencias que nos hizo. El almuerzo nos cuesta cerca de tres duros, y si me hago de miel, no baja un ochavo de tres onzas.

Iba a poner en ejecución su propósito, y ya se había sentado y se disponía a tenderse, cuando en la parte misma de su cuerpo con que acababa de tocar la cama, sintió una dolorosa picadura, como si con un alfiler de a ochavo la punzasen, y oyó de nuevo una voz que decía: ¡Tate... que es para mi señor el Príncipe!

Su hermano Jaime, al llegar, haría cosa de un año, de la isla de Cuba, quiso comprar la casería; mas aunque daba por ella lo que no valía realmente, su propietario, un marqués residente en Madrid, no se la quiso vender. Tomás vivía con bastante desahogo, dada su condición, pero sin economizar un ochavo, y a veces un tantico apurado.

Pero y tus amigas rara vez os acercáis a un pobre para saber de su misma boca la causa de su miseria... ni para observar qué clase de miseria le aqueja, pues hay algunas tan extraordinarias, que no se alivian con la fácil limosna del ochavo... ni tampoco con el mendrugo de pan....

En la nave del trasaltar, la más obscura, escondidos en la sombra de los pilares y en las capillas, algunos señoritos se divertían en echar a rodar sobre el juego de damas del pavimento de mármol monedas de cobre, cuyo profano estrépito despertaba la codicia de la gente menuda; bandos de pilletes que ya esperaban ojo avizor la tradicional profanación, corrían tras las monedas, y al caer tantos sobre una sola en racimo de carne y andrajos, excitaban la risa de los fieles, mientras ellos se empujaban, pisaban y mordían disputándose el ochavo miserable.

Inundósele el alma de pena al considerar que carecía de fondos para hacer frente á situación tan apurada. Con el abandono de su comercio se le habían vaciado los bolsillos, y una mujer amada, mayormente si no está bien de salud, es fuente inagotable de gastos. Migajas se tentó aquella parte de su andrajosa ropa donde solía tener la calderilla, y no halló ni tampoco un triste ochavo.

Lo que yo digo: pero Señor, ¿por qué se meterá ese hombre en libros de caballerías? ¿No podía vivir tranquilo como yo, trabajando para la vejez y sin exponerse a peligro alguno...? Y es la maldita ambición que hoy todo lo invade. En mis tiempos, antes de gastar un ochavo le dábamos cien vueltas, pero nos contentábamos con lo nuestro y vivíamos felices.