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Vístome, y vuelvo a olvidar tan funesto día entre el corto número de gentes que piensan, que viven sujetas al provechoso yugo de una buena educación, libre y desembarazada, y que fingen acaso estimarse y respetarse mutuamente, para no incomodarse, al paso que las otras hacen ostentación de incomodarse, y se ofenden y se maltratan, queriéndose y estimándose tal vez verdaderamente.

El Cantar de los Cantares es un idilio, una égloga, un poema de amor, donde el amado y la amada se requiebran de lo lindo, se dicen mil ternuras, se hacen mil finezas, se ensalzan y describen menudamente y con morosa delectación los primores y gracias corporales de él y de ella, y se pintan los goces que han de lograr o ya logran ambos, besándose, abrazándose y queriéndose mucho.

¡Vamos, vamos! exclamó con bondad olímpica el diplomático . No he visto nada como Madrid para motes y chismecillos... Todos queriéndose mucho, todos juntos noche y día, y todos arrancándose a tiras el pellejo y poniéndose en ridículo en cuanto vuelven la espalda... ¡Miren el puritano, el caritativo!... Ami de la vertu, plutôt que vertueux! Pues ya tenías tiempo de haberte ido acostumbrando.

Iban a dormir como las gallinas. ¡Oh la vida ordenada! ¡La vida tranquila, lejos de todos, queriéndose mucho, aislados del mundo, en el dulce egoísmo del cariño!... Les parecía imposible que las gentes fuesen tan ciegas que no supieran vivir así. Mientras comían, hablaron de lo que pensaban hacer a la mañana siguiente.

Dependientes pocos y buenos, tratados como de la familia, comiendo todos en la misma mesa, a estilo patriarcal. Y la casa adelante, siempre adelante, Queriéndose ellos mucho y amasando ochavo tras ochavo la fortuna para la vejez, en aquel nido estrecho atestado de fardos y piezas de tela.

Y así es el hombre de La Edad de Oro, que en cada número quisiera poner el mundo para los niños, a más de su corazón; pero en la imprenta dicen que el corazón cabe siempre, y el mundo no, ni el artículo de La Luz Eléctrica, que cuenta cómo se hace la luz, y qué cosa es la electricidad, y cómo se enciende y se apaga, y muchas cosas que parecen sueño, o cosa de lo más hondo y hermoso del cielo: porque la luz eléctrica es como la de las estrellas, y hace pensar en que las cosas tienen alma, como dijo en sus versos latinos un poeta, Lucrecio, que hubo en Roma, y en que ha de parar el mundo, cuando sean buenos todos los hombres, en una vida de mucha dicha y claridad, donde no haya odio ni ruido, ni noche ni día, sino un gusto de vivir, queriéndose todos como hermanos, y en el alma una fuerza serena, como la de la luz eléctrica.

Determinado ya el Emperador de recibir á Berenguer de Entenza, le envió á llamar muchas veces, que se decia estaba en Galípoli, y para asegurarle le envió sus patentes con sellos pendientes de oro, en que le prometia con juramento, que queriéndose quedar le trataria con buena voluntad, y ánimo amigable, y que cuando se quisiese ir no lo impediría.

28 Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás. 29 Mas él, queriéndose justificar a mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? 30 Y respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó entre ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto.

Pues siendo con las cartas despachado, Tratò con Zapican, que las tenia Guardadas, hasta ver en que ha parado Un negocio que arriba pretendia: El cual era, que tiene concertado Con un indio Terú, el cual vendria A dar en Santa-Fé con otras manos, Queriendose vengar de los cristianos.

Además, desde que había renacido su amor a impulsos de la desgracia, y ella y Juan vivían tranquilamente, queriéndose mucho, no creía que un nuevo accidente viniese a turbar su dicha. Aquella cogida era obra de Dios, que muchas veces saca el bien del mal, y había querido unirlos por medio de un accidente doloroso. Juan torearía como otras veces y volvería a casa sano y salvo.