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¡Ah! ¡Ya pareció aquello! Vamos, tienes algunos ochavos en poder de Osorio y temes perderlos, ¿verdad? dijo Clementina con sonrisa sarcástica, reprimiendo su cólera con trabajo. Pepa se puso pálida. Una ola de ira le subió también del corazón a los labios.

Pusiéronse a bailar a la sombra en la calle de Toledo, y de los que las venían siguiendo se hizo luego un gran corro; y en tanto que bailaban, la vieja pedía limosna a los circunstantes, y llovían en ella ochavos y cuartos como piedras a tablado; que también la hermosura tiene fuerza de despertar la caridad dormida.

Habían reñido Julio y Gaetano por cuestión de ochavos, sobre si el valenciano había cobrado o no, y negaba un recibo; Minghetti escapó de noche, a pie; Julio se quejó a la autoridad porque el barítono se le iba con la paga adelantada y le dejaba la Compañía en el aire; la benemérita se encargó de recomponer el cuarteto; y, en efecto, Minghetti, resignado, sonriente, como si se hubiera tratado de una broma, se presentó de nuevo al público, cantando el Barbero con gran malicia; lo cual le valió una ovación tributada a su graciosa picardía, a su desenfado simpático y alegre.

No sólo apetecía cobrarse del debido salario, sino que le seducían principalmente unos ochavos roñosos llamados de la fortuna en el país, y que, merced a consideraciones muy lógicas en su mente infantil, le parecían preferibles a las piezas gordas. Las adquisiciones y placeres de Perucho los representaba generalmente un ochavo.

Y el francés, el hombre que ha nacido en este pueblo, el hijo de esta madre, ve á su madre caida, y si la Bolsa lo requiere, vuelve la espalda y la vende por tres ochavos.

Y si con ser taberneros, aunque ricos, nos conformáramos, yo no saldría de esta villa, donde he ganado en cuatro años una riqueza, y podría ganarla mayor en poco más. Pero hay una noble ambición que manda en ti y en con mayor fuerza que los tres ochavos de una buena ganancia; y esa ambición está reñida con las manos manchadas de vino tinto y con las ropas que huelen a anisado.

Por eso me complazco en celebrarla, envío a su autor mi más cordial enhorabuena, y le excito, hasta donde mi aprobación y mis alabanzas alcancen, a que siga escribiendo narraciones con el acierto que puede esperarse del que ya en Los cuatro ochavos se advierte y celebra. Sobre la CUESTIÓN DE AMBIENTE Al Sr. D. Antonio de Hoyos.

Con su novela Los cuatro ochavos viene ahora a colocarse, sin duda, entre los mejores y más originales novelistas de toda España. La historia que nos cuenta está inmediatamente tomada de la realidad. Todo en ella, más que de ficción, tiene trazas de fiel trasunto de cosas que se han presenciado; no de nada que se inventa, sino de sucesos y de personas que se recuerdan.

Gánanse los ducados con ducados, las plazas de Francia con sus propias pistolas, ¡y juro por San Andrés!, que antes que hacer cuartos a los herejes holgárame hacer cuartos de mis ochavos. Ingenioso lenguaje exclamó Ramiro.

Ante el absorto padrino y su hija María de la Luz, que le miraba fijamente con sus ojos de brasa, el muchacho sacaba a puñados las monedas de oro, las libras inglesas, como si fuesen ochavos, y acababa por extraer de las alforjas algún pañuelo vistoso o puntilla complicada, para hacer regalo de ello a la hija del capataz.